#BlancoYEnBotella | Un ciclo nuevo
La salida de Cristiano Ronaldo, unida a la reciente marcha de Zinedine Zidane, ha sellado un ciclo en la historia del Real Madrid. Un ciclo maravilloso que ha durado nueve años y que, con sus luces y sus sombras, ha situado de nuevo al club blanco en la élite mundial.
Una élite de la que nunca debió haber salido pero que, por esas cosas del destino, el Real Madrid fue desterrado el día que murió aquel inolvidable equipo de los Galácticos, allá por el año 2004.
En ese momento se cerró un ciclo, si bien no tan maravilloso ni tan triunfal como este que hemos vivido estos años pero sí igualmente ilusionante y que, como en esta ocasión, de la mano de Florentino Pérez nos hizo grandes de nuevo.
A partir de ese año el club comenzó un declive tanto deportivo como institucional, lento y paulatino, pero que Florentino Pérez, encadenado a sus “niños”, los “galácticos”, no supo gestionar. Aquello no sólo acabó con su presidencia sino que acabó arrastrando al club a los brazos de alguien tan sospechoso como Ramón Calderón (y sus Nanines), durante cuatro interminables años.
Ni siquiera el espejismo de aquellas dos Ligas, logradas de forma consecutiva, evitó que el club tocase fondo en la temporada 2008/2009, con aquel tristemente famoso “chorreo” en Liverpool y la ignominiosa derrota por 2-6 ante el Barça en el Bernabéu, que selló con silicona aquellos terribles “años de plomo”.
En ese momento, volvió Florentino Pérez en loor de multitudes y trajo con él aquel inolvidable verano repleto de presentaciones de nombres y hombres, para afrontar una imprescindible refundación que, paso a paso y con muchas dificultades y numerosos palos en las ruedas, acabó por consolidar un proyecto deportivo, que nos ha dado los momentos más exitosos de nuestra historia reciente y ha protagonizado nuestro ciclo ganador más importante de los últimos 50 años.
Una necesaria refundación
Sin embargo, como todo ciclo en la vida, éste toca a su fin y da la sensación que el Real Madrid afronta ahora una nueva refundación, en cierto modo similar a la vivida en 2009 pero con muchos matices. El primero y más importante, la situación en la que se afronta.
Dicen los expertos que las grandes reformas y revoluciones se han de afrontar en períodos de bonanza, entre otras cosas porque con el estómago lleno, las penas parecen más llevaderas y, sobre todo, dan un cierto margen de maniobra para que los cambios se asienten.
Sin embargo, aquella revolución de 2009 fue drástica y brutal y se llevó a cabo tras varios años en blanco (por más que, como dije antes, tuviésemos el espejismo de aquellas dos Ligas), sin margen para el error y con una presión por ganar sencillamente brutal. De hecho, el mismo Florentino afirmó que en un año iba a tener que acometer el trabajo que se debería afrontar en tres, lo que refleja la magnitud del cambio llevado a cabo.
Y como era de esperar, aquel proyecto, para el que el primer año no hubo frutos, llegó incluso a peligrar debido precisamente a la dificultad de engranar toda aquella maquinaria. Es más, ese proyecto tardó en cuajar, al tiempo que las prisas y la necesidad de remontar el vuelo ante un Barça por aquella época triunfal, sideral, vendido urbi et orbe como la octava maravilla del mundo futbolístico se vovieron asfixiantes.
Sin embargo, con muchas dificultades y con posteriores ajustes, aquel proyecto de Florentino Pérez cobró cuerpo y con Cristiano Ronaldo como piedra angular (por más que su primera temporada en el Real Madrid no fuese precisamente superlativa), el Real Madrid acabó dominando el mundo futbolístico tal y como hemos podido ver estos últimos años, coronados con una catarata de títulos en los últimos cinco años.
Pues bien, da la sensación que ese proyecto, al que se le empezó a ver el cartón la pasada temporada, con una Champions lograda con mucho sufrimiento y una mediocre temporada en las dos competiciones españolas, ha llegado a su fin. Entre otras cosas porque su piedra angular, Cristiano Ronaldo, ya no está con nosotros y por tanto hay que afrontar una nueva, la enésima, reinvención.
Pero, a diferencia de 2009, ya no tenemos esa urgencia por ganar y por superar al Barça que había entonces. Es más, es el Real Madrid quien domina en Europa y por tanto, aun existiendo la necesidad de ganar para seguir superando retos que se encuentra en el ADN del club, la presión no debería ser en absoluto la misma.
En 2009, y tras el fiasco del equipo ante el Olympique de Lyon en octavos, el Real Madrid perdió por vez primera su condición histórica de cabeza de serie en el sorteo de la Champions y el equipo tenía nueve Copas de Europa (la última levantada nada menos que siete años antes).
Hoy día, nueve años después, el club cuenta con 13 “orejonas” en sus vitrinas, tres de ellas ganadas de forma consecutiva y, salvo curiosamente en España, el Real Madrid ahora es el equipo más temido y respetado de Europa.
No se arranca de cero como en 2009.
En 2009, y salvo varias piezas clave de antaño (Casillas, Marcelo, Raúl, Ramos o Higuaín), el Real Madrid tuvo que crear un armazón totalmente nuevo prácticamente de la nada, en el que acomodar no sólo a esa “vieja guardia” sino hacer hueco a un equipo totalmente nuevo y hacerlo andar.
Por el contrario, en 2018 gran parte del esqueleto de este Real Madrid “post-Cristiano” ya existe y ha dado muestras sobradas de su fiabilidad, al irse renovando poco a poco con jugadores de un talento infinito. Y sobre todo muy jóvenes, con un futuro (y en algunos casos un presente) absolutamente esplendoroso, por lo que la dificultad de hacer un equipo ganador es infinitamente menor que en 2009.
Tipos como Keylor, Carvajal, Marcelo, Ramos, Casemiro, Asensio, Isco, Modric, Lucas o Benzema, junto a Bale, del que espero que tome el necesario relevo de Cristiano, si las lesiones le respetan, son una garantía más que suficiente para la continuidad de un proyecto ganador.
Si a eso le unimos la juventud y el talento de gente prometedora como Vallejo, Theo, Llorente o Ceballos, junto a los necesarios y esperados refuerzos, debería ser suficiente potencial para no perder competitividad. Por más que cueste –porque costará- recuperarse del mazazo de las marchas de dos tipos que han sido santo y seña de este Real Madrid triunfal como Zidane y Cristiano Ronaldo.
Por tanto, habrá que ir acostumbrándose a un Real Madrid sin Zidane, sin Cristiano Ronaldo y sin probablemente esas cifras escandalosas de más de 100 goles por temporada en Liga, a “pichichis” de más de 40 goles y a Botas de Oro en la Champions de 15 ó 16 tantos por edición.
Habrá que ir, pues, acostumbrándose a nuevas caras, a nuevos nombres y, sin duda, a nuevos retos. El primero y más importante el de no encajar tantos goles por partido. A lo mejor así no tenemos que marcar más de 100 por temporada y, aunque perdamos el ingente caudal goleador de CR7, así podremos seguir siendo competitivos a pesar de contar con menos goles.
Eso sí, necesitamos mucha paciencia, especialmente de la afición aunque, conociendo como conozco por desgracia al público del Bernabéu, me temo que será imposible. Paciencia con Lopetegui, al que hay que dejar trabajar, pero también con los jugadores, sobre todo los nuevos y olvidarnos, en la medida de lo posible de los que, por desgracia, tanto nos dieron pero que ya no están.
Y es que las sombras de Zizou y Cristiano son enormemente alargadas pero la gente debe saber que, para montar un proyecto ganador, por más que en esta ocasión, parte del camino ya esté recorrido, se necesita tiempo. Y eso es lo que va a necesitar Julen Lopetegui y quienes vengan con la dura tarea de reemplazar a quienes ya no están.
Porque estoy completamente seguro de que la vida no acaba en Cristiano, ni en Zidane. Somos el Real Madrid, el mejor club del mundo y hemos sobrevivido a cosas peores y que de una forma u otra seguiremos levantando títulos, eso viejos días de gloria, como las golondrinas de los versos de Bécquer, esos, no volverán…
¡Hala Madrid!
Texto: @djmontero
Foto de portada: GOAL