#BlancoYEnBotella | La bula de Gerard
Resulta asombroso cómo pasan los años y yo sigo sin acostumbrarme al hecho de ver cómo, día tras día, hay una serie de jugadores de ese equipo, sí, ESE EQUIPO, el de ese país pequeñito de ahí arriba a la derecha, que vive en la impunidad permanente.
Por regla general, y aunque instalados en el victimismo permanente, la práctica totalidad de los jugadores del Barça son tratados con un rasero absolutamente diferente al del resto de los mortales, de modo que hagan lo que hagan, nunca suelen ser sancionados, por muy antideportivas que sean sus conductas.
Una impunidad que, unida a otra serie de factores también relacionados con el arbitraje -especialmente en España- hace más comprensible el dominio culé en España y que el ganar Ligas y avasallar rivales le resulte a este equipo más fácil que a los demás equipos
Podría citar unos cuantos casos pero voy a centrarme en Gerard Piqué Bernabéu, Un tipo, que en mi modesta opinión, parece contar con un amparo federativo, arbitral y sobre todo mediático que le permite vivir por encima del bien y del mal en todos los aspectos.
Gerard Piqué, un monstruo malcriado y cebado por la prensa
Quiero centrar, pues, estas letras en recalcar la figura de Gerard Piqué. Un tipo que es tan buen central como pésimo deportista y mal compañero, además de un bromista de dudoso gusto, pero que cuenta con una sobreprotección arbitral y mediática digna de estudio.
Un monstruo alimentado por la prensa antimadridista, que se ha pasado los últimos 10 años riéndole las gracietas y al que, por desgracia, ya nadie va a hacer cambiar. De hecho, no hay semana en la que, por un motivo u otro, no haya algo por lo que acordarse del central catalán.
Actuando como lo que es, un niñato malcriado, lo mismo te escupe en la espalda de un representante federativo durante la celebración de un título que te tira una bomba fétida en un avión o en una sala de prensa. O te irrumpe en la conferencia de prensa de un entrenador rival disfrazado en vísperas de Helloween o acusa a una institución como el Real Madrid de “mover los hilos” para instigar a los jueces españoles a prevaricar en los casos Neymar y Cristiano Ronaldo.
Sin quitarle un ápice de su valía como futbolista, que es indiscutible, Piqué se ha hecho famoso, entre otras cosas, por su falta de deportividad, de la que ha dado muestras de sobra en todos estos años. Además de que nunca supo ganar (famosos son sus gritos de “Boti, Boti, Boti, madridista el que no boti” o aquella mención, tan innecesaria como repulsiva a Kevin Roldán) Piqué tampoco ha aprendido a perder, como también ha demostrado muchas veces.
La última, este pasado domingo, cuando su equipo perdía la imbatilbilidad ante el Levante y, una vez más, dio una nueva muestra de su prepotencia y su escaso respeto hacia rivales pero también hacia árbitros, a los que insulta y desprecia, sin que nadie (ni árbitros ni comités) se haya atrevido jamás a meterle en vereda.
En concreto, y cuando el partido ante el equipo valenciano entraba en su tramo final, Piqué no tuvo reparos en encararse Melero López, al que espetó con tono chulesco y señalando con el dedo, a escasos centímetros de su cara «cuidado, no me toques» y «no me amenaces tú».
Una actitud tan prepotente como despreciable pero que, una vez más le volvió a salir gratis a Piqué, ya que el colegiado andaluz, como ya le pasó una semana antes a Hernández Hernández, no tuvo arrestos no ya de expulsarle, que era lo que procedía, sino de tan siquiera amonestarle verbalmente, demostrando que sus actuaciones son analizadas bajo el prisma de un reglamento al margen del resto de jugadores mundiales.
Porque, sin ánimo de ser exhaustivo y sin querer remontarme mucho más atrás en el tiempo, el compañero sentimental de Shakira tuvo otra actuación apenas una semana antes en la que volvió a quedar patente el dominio que tiene sobre los árbitros y el terror reverencial que su figura genera sobre dicho colectivo.
Así pues, el día del Clásico en el Nou Camp le pudimos ver aplaudiendo despectivamente en la misma cara de Hernández Hernández la clara y justísima expulsión de Sergi Roberto tras agredir a Marcelo. Una conducta que no sólo ha sido motivo de tarjeta roja en casos similares sino que, además de la expulsión, ha traído aparejado al menos dos partidos de sanción por menosprecio a la figura del colegiado.
Sin embargo, como en otros casos, el jugador catalán pudo despacharse a gusto e impunemente contra el ínclito árbitro canario, sabedor de que nada le iba a pasar desde el punto de vista disciplinario.
Pero qué le van a decir a un tipo que se permitió dirigirse desde el césped al mismísimo Tebas, máximo representante de la LFP, para acusarle directamente de manipulación arbitral al acabar un partido contra el Villarreal. Un partido en el que, si bien es cierto que le dejaron de pitar al Barça un claro penalti por mano de Soriano en el área castellonense, y para mayor bochorno, no es menos cierto que el Barça vio cómo tampoco le señalaban otra pena máxima en contra por mano de Mascherano.
Unas manos que, por cierto, y como ocurrió en este último partido ante el Levante –aunque ya lo hemos visto en otras tantas ocasiones- hace años que se le dejaron de pitan al central catalán, a pesar de ser en ocasiones escandalosas y ciertamente evidentes.
Una impunidad que se corresponde, por otra parte, con el hecho de que Piqué nunca es objeto de reproche alguno por parte de los mamporreros mediáticos culés (o lo que es lo mismo, la inmensa mayoría de los medios), que una y otra vez le disculpan bajo la excusa de “es que él es así, es auténtico”. Un dislate que, siguiendo la lógica culé, debería hacer que gente como Jack el Destripador o el Violador del Ensanche no pudiesen ser castigados porque, total, “ellos son así”…
Luis Suárez y Busquets, con licencia para pegar
Por último, y aunque sea muy por encima, no quería olvidarme de un par de jugadores como Luis Suárez o Busquets, que por unas cosas u otras, tampoco son sancionados a pesar de que han dado motivos más que de sobra para haberse ido a la ducha antes de tiempo en decenas de partidos, especialmente en las competiciones domésticas.
Del uruguayo, no hay mucho que decir que no se haya dicho ya sobre su licencia para matar, que emplea con total impunidad prácticamente en cada partido que juega con la elástica azulgrana desde 2014.
De todos es sabida su absoluta libertad para agredir rivales y menospreciar a árbitros y asistentes sin que nadie absolutamente nadie se haya atrevido a expulsarle NI UNA SOLA VEZ de un terreno de juego, a pesar de que, antes de llegar a España, sus “antecedentes penales” le habían precedido.
Baste decir, para concluir esta breve mención al charrúa y su, como digo, absoluta impunidad que hasta llegar a España en agosto de 2014, este jugador, que había militado en la Eredivisie holandesa y en la Premier League, así como en la selección de su país había atesorado un sinfín de partidos de sanción, en concreto 37, por diferentes agresiones y menosprecios a rivales. Baste recordar su historial delictivo:
1º) Noviembre de 2010. Cuando jugaba en el Ajax de Amsterdam, mordió en el hombro a Bakkal, lo que trajo aparejada una sanción de siete partidos de suspensión.
2º) Octubre de 2011. Ya en el Liverpool, Suárez dedicó insultos racistas a Evra que fueron denunciados por el lateral del Manchester United, lo que le acarreó en diciembre, tras revisarse el caso, una suspensión de ocho partidos y una multa 40.000 libras esterlinas.
3º) Noviembre de 2011. Suárez le hace la “peineta” a su propia afición en un partido contra el Fulham, y el Comité de Competición de la Premier le castigó con un partido de sanción y 20.000 libras.
4º) Abril de 2013. El famoso mordisco a Ivanovic le acarreó una sanción de 10 partidos. Una acción que, por cierto, no fue reflejada en el acta por el árbitro del partido pero que fue analizada de oficio por los comités disciplinarios británicos, que actuaron con firmeza sobre dicha conducta.
5º) Junio de 2014. El no menos famoso bocado a Chiellini en el Italia-Uruguay del Mundial de Brasil. El rigor sancionador federativo fue brutal ya que, además de una sanción deportiva de cuatro meses tanto a nivel de selecciones como de clubes, Suárez fue sancionado con la prohibición de acercarse siquiera a un recinto deportivo durante dicho perioo. Esto motivó que el charrúa no pudiese debutar con el Barça hasta octubre de ese año.
Sin embargo desde entonces, oh casualidad, y a pesar de que el reguero de “´víctimas”, agredidas tanto física como verbalmente por Suárez desde que juega en España es incontable (Abdennour, Filipe Luis, Godín, Arribas, Yuri, Alexis, Lombán, Duarte, Djené o Schär, entre otros jugadores, además de árbitros y asistentes), Suárez tan sólo ha visto la cartulina roja en una única ocasión, y por doble amarilla, en las semifinales de Copa del Rey de 2017. Ahí lo dejo…
Por su parte, mucho menos se habla del segundo en discordia, Sergio Busquets. Bajo el paraguas de su conocida facilidad para recuperar balones, acompaña su habilidad en el centro del campo con una no menos proverbial facultad para hacer faltas que, por “h” o por “b”, nunca son señalizadas y cuando lo son, nunca son susceptibles de ser castigadas con tarjeta amarilla.
Una permisividad a la hora de meter la pierna que hace que esta reconocida capacidad recuperadora sea, sin duda, más sencilla que para el resto de jugadores cuando de hacer faltas de esas denominadas “tácticas” se refiere y nunca son sancionadas con amarilla.
De hecho, el jugador catalán cuenta con el dudoso honor de ser el único jugador que, aun viendo dos amarillas en el mismo partido, no ha sido expulsado de un terreno de juego.
Ese hito, difícil de ser igualado, se produjo en mayo de 2010 cuando, durante un Barça-Villarreal de Liga, Busquets vio la segunda amarilla por perder tiempo en el momento de ser sustituido y se enzarzó con Joseba Llorente, que le apremiaba para que saliese pronto del campo.
En ese momento, Teixeira Vitienes se dirigió al futbolista del Barça con la cartulina roja en la mano pero, de forma inexplicable, le permitió al Barcelona realizar el cambio y el Barça siguió jugando con 11, para lo cual no dudó en falsear el acta e imputarle esa amarilla a Llorente, a pesar de que las cámaras demostraron que no había sido así.
En definitiva, así todo es más fácil, ¿o no? Pero quien no lo quiera entender, peor para él…
Texto: @djmontero