#BlancoYEnBotella | El gran dictador
A pesar de que lo que me pedía el cuerpo era meterme de hoz y coz en comentar el infame, aunque no por ello esperado, arbitraje de Hernández Hernández en el Nou Camp, y del que creo que ya se ha dicho todo por el madridismo, lo cierto es que no he querido dejar pasar la oportunidad de hablar de la figura de un tipo tan genial como futbolista como macarra, mafioso y pésimo deportista que es Leo Messi
Junto al nefasto colegiado canario, se puede decir que el astro argentino fue protagonista destacado y no precisamente por su gol, que como todos pudimos ver (bueno, todos menos el ínclito Hernández Hernández) vino precedido de una falta flagrante y diáfana de Luis Suárez a Varane en el inicio de la jugada.
Aunque ya había asomado en más de una ocasión su “patita” como pésimo deportista, especialmente ante el Real Madrid, he de confesar que nunca le ví una actitud tan repulsiva ni con una mañas tan sucias como las que mostró este domingo en el Nou Camp.
Messi, un yerno ideal… o no
Hay que recordar, eso sí, que el argentino en su larguísima trayectoria de partidos ante el Real Madrid ya había dejado alguna “perla” que, desde hace años, ya me dejó entrever que, si bien estamos ante un jugador legendario, tenía tics que se alejaban con mucho de esa imagen angelical, humilde y de amigo de sus amigos que nos vendían desde la prensa.
Una imagen que se empezó a vender como tal especialmente desde 2009, el año que llegó Cristiano Ronaldo al Madrid y se comenzaba a intuir que ese incipiente dominio culé, en general, y de Messi en particular iba a durar para siempre. Un bombardeo que se incrementó de forma exponencial desde el mismo momento en que llegó Mourinho un año después, con el que la figura del delantero luso explotó definitivamente.
Desde toda la prensa, sin excepción, al tiempo que nos vendían que aquel Barça de Pep Guardiola era la quintaesencia de los valores, la humildad y la modestia a nivel global, mientras que Messi lo era a nivel individual, en contraposición a la prepotencia, la chulería y el matonismo encarnado en el Real Madrid como institución y en Cristiano Ronaldo como jugador.
Messi era el yerno ideal, la persona a la que le comprarías un coche usado, el jugador ejemplar. Un chaval de aquí, un tío humilde; en definitiva, “uno de los nuestros”, mientras que Cristiano Ronaldo representaba todo lo contrario. Un tipo soberbio, prepotente, chulo, indecente y, sobre todo, pagado de sí mismo.
Sin embargo, y en la espiral de aquella agotadora tanda de “Clásicos” que vivimos en la temporada 2010/2011, algunos empezamos a ver cosas raras en ese extraño relato de buenos y malos que nos metían a diario por los ojos.
Especialmente y de forma sorprendente, desde la prensa hasta ahora madridista. Se montó una especie de pinza entre PRISA con As y la SER a la cabeza y el llamado “Universo Marca”, con Paco García Caridad desde la radio, Oscar Campillo desde el periódico, Emilio Contreras desde la web y Felipe del Campo desde la TV. Vamos, lo mejor de cada casa…
Del pelotazo en la grada del Bernabéu al escupitajo a Mourinho
Así pues, en esa época, aunque éramos pocos los que pensábamos que no era oro todo lo que relucían en la personalidad de Messi (ojo, no hablo de su talento como futbolistas, que está fuera de toda duda) ya le habíamos visto asomar la patita en alguna que otra ocasión, escupiendo a rivales y abroncando a algún compañero en el Barça por no pasarle la pelota, ante el sorprendente silenzio stampa de la prensa.
En todo caso, cosejas sin importancia, nimiedades, en comparación con el infame pelotazo que se despachó a la grada del Bernabéu durante uno de los partidos que integraron esa catarata de partidos y que dispararon la tensión entre ambos equipos, sabiamente macerados por la prensa.
En concreto, ocurrió en el partido de Liga en nuestra casa. En un balón que iba a salir de banda, en vez de dejar que saliese, el argentino le propinó un voleón absolutamente innecesario y violento, que acabó estrellándose en el rostro de una espectadora, que acabó necesitando ayuda médica.
Pero una vez más, aquella fea acción volvió a pasar inadvertida para la prensa que, una vez más, volvió a apuntar con su artillería pesada contra el Real Madrid y tapó miserablemente lo ocurrido.
Pero no fue la última vez que le vimos haciendo actos ciertamente poco ejemplares. En la vuelta de la Supercopa de 2012, en el Nou Camp, y una vez que el partido se ponía 3-2 en los últimos minutos, Messi pasó por delante del banquillo del Real Madrid y, además de marcarse una peineta dedicada a todos su integrantes, tuvo el feo gesto de escupirle en los pies a Mourinho.
Pero llegó la entrada de Marcelo a Cesc Fábregas, se desató la tangana en el césped del Nou Camp y el famoso “dedazo” de Mou a Tito Vilanova (q.e.p.d.) y aquella actitud tan escasamente gratificante y tan repulsiva de Messi acabó pasando inadvertida, opacada por la magnitud de aquella pelea.
Messi, dueño y señor de Can Barça
Tras la marcha de Guardiola y con la creciente importancia de Messi en el Barça, el argentino se quedó como cabeza visible y verdadero presidente in pectore del club, llegando a acumular un poder casi omnímodo, que le ha llevado a poner y quitar entrenadores, echar a compañeros, decidir fichajes e incluso a ningunear públicamente a su propio presidente en vísperas de una final europea.
O sus ocho renovaciones, ocho, en 11 años de profesional en el Barça, la última absolutamente disparatada y que ha hipotecado al Barça para varias generaciones (50 millones netos anuales y casi 100 millones de prima de fichaje).
Por no hablar de su condena judicial firme por delito fiscal, su aparición en los famosos Papeles de Panamá y las investigaciones, aún abiertas, a su Fundación por blanqueo de dinero a través de partidos amistosos.
Y todo ello con el silencio cómplice y miserable de la prensa de toda España, no sólo la catalana, que se ha pasado años blanqueando la imagen de Messi junto a jugadores como Piqué, hasta el punto de acusar incluso al Real Madrid como instigador de todo esto.
El enjuague del Nou Camp y Hernández Hernández
¿Y a santo de qué desgranar esta serie de actuaciones, de dudosa deportividad dentro y fuera del campo? Muy sencillo. El nivel de matonismo, prepotencia y soberbia –justo aquello de lo que se han pasado años acusando a Cristiano Ronaldo- que ha alcanzado Messi, tuvo su cénit durante el último Clásico, lo que nos lleva de nuevo a la figura de Hernández Hernández.
El temor reverencial que ha generado Messi en árbitros y periodistas es aún mayor que el que genera en las defensas rivales y eso se pudo ver el pasado domingo. No sólo porque agredió impunemente a Marcelo, soltándole un importante pescozón en el cuello en la disputa de un balón. O cuando le perdonaron la expulsión tras una durísima entrada a Sergio Ramos casi al final de la primera mitad.
No, ni mucho menos. La actuación de Messi el pasado domingo superó todas las líneas rojas de lo que se espera de un deportista de élite y más aún del nivel del argentino, al que hasta no hace mucho toda la prensa española ponía como único ejemplo para los niños del mundo.
Sin esperar siquiera a estar a solas sino que, sabedor de su total impunidad, sin importarle la presencia de testigos, al llegar al descanso del partido, Messi se encaró con Hernández Hernández.
El argentino no se cortó. Acogotó al colegiado, le presionó y le llegó a acusar de “cagarse”, de regalarle el partido a los madridistas, además de acusarle de perjudicarles como equipo. Para ello, Messi no dudó en recordarle aquel fallo en el Benito Villamarín de la pasada temporada, cuando el mismo árbitro canario dejó sin señalar un claro gol a favor de Jordi Alba, que había traspasado más de un metro la línea de fondo.
Memoria selectiva
Se le “olvidó” por el contrario al argentino la señalización de dos de los penaltis más estrambóticos y ridículos que he visto en mi vida. En concreto, uno por un piscinzao colosal de Neymar, que encima dejó con 10 al rival y otro, aún más ridículo, en el que Jordi Alba se tropieza con el césped y se cae sin ningún contrario a su alrededor.
Hay que recordar que aquellos dos penaltis, a la sazón señalados contra el Eibar en la última jornada de la pasada temporada, le permitieron al Barça remontar un 0-2 que le ponía la Liga en bandeja al Real Madrid cuando lo tenían todo perdido.
Tampoco se acordó Messi de aquel penalti de Umtiti a Cristiano Ronaldo en lo primeros minutos del último Clásico de la temporada 2016/2017. O del gol injustamente anulado a Bale en el Clásico en el Nou Camp de la temporada 2015/2016 y que, dos años después, aún seguimos intentando entender por qué lo anuló.
Pues bien, no sé bien si por aquella catarata de improperios y presiones que el Pequeño Dictador culé, como le bautizó en su día Siro López, le dirigió a Hernández Hernández y que, por cierto, el colegiado canario se negó a reflejar en el acta y que tampoco fueron castigadas por éste con ningún tipo de amonestación, pero el caso es que su forma de arbitrar se terminó de escorar hacia el lado blaugrana, sin el más mínimo miramiento.
Pero, aun siendo grave todo aquello –que lo fue, ya que el arbitraje nos acabó por costar la victoria- lo más grave, al menos en mi opinión ha venido por varios factores.
El primero, que efectivamente el árbitro se defecó encima al permitir que, a pesar de las increpaciones y faltas de respeto que Messi le dirigió, Hernández Hernández, calló, miró al suelo y no se atrevió a expulsar al argentino. Es más, ni siquiera se atrevió a hacer mención alguna en el acta.
El segundo, la burda operación de blanqueo del argentino que la prensa ha tratado de llevar a cabo a cuenta de lo ocurrido.
Curiosamente y, a pesar de que Sergio Ramos no habló del tema motu proprio sino a instancias de varios periodistas que fueron testigos del incidente, dado que él también lo pudo ver en primera persona, el camero confirmó lo ocurrido y se convirtió de inmediato en el foco de las iras de la prensa, especialmente la culé.
Ante la imposibilidad de negar lo ocurrido, dado que fueron muchas las personas que vieron lo que pasó con Messi y el árbitro, muchos opinadores y juntaletras del Régimen descargaron sus iras contra Ramos, al que acusaron de chivato por romper ese sacrosanto principio de que “lo que pasa en el campo se queda en el campo”.
Pero es que en su desvarío han ido más allá y, como en su día hicieron con Busquets, al que las cámaras sorprendieron en 2011 llamando “mono” a Marcelo y la presión mediática quiso hacer creer que lo que dijo que “mucho morro”, han dicho que Messi lo dijo al árbitro “te cagás”sino “te equivocás”…
En todo caso, una nueva muesca más en el revólver de Lionel Messi, un auténtico genio con el balón en los pies pero un personajillo de lo más repulsivo sin él, que habría inspirado a Charles Chaplin para hacer El Gran Dictador.
Texto: @djmontero