#BlancoInmaculado | Los fantasmas siguen en el Bernabéu.
Los fantasmas del pasado miércoles, en el partido dramático ante la Juventus, parece que ya se han quedado definitivamente a incordiar en el Bernabéu. El hecho de haber elegido Buffon (como hace 3 años, cuando fuimos eliminados por aquél Moratazo) atacar el primer tiempo la portería del fondo sur quizás provocó el despiste (o el llegar tarde al cruce) de Casemiro que propició el buen centro de Sami Khedira desde la derecha que Mandzukic clavó en el minuto 1. Fantasmas que, curiosamente, en los últimos tiempos sólo visitan a nuestro equipo en el Bernabéu, ya que todos estos espectros parecen espantados (toquemos madera) al visitar Turín, Dortmund, Múnich, Manchester o París, si hablamos de partidos europeos.
El partido ante el Athletic, un partido de entreguerras en el que ambos equipos apenas si se jugaban la honrilla (el Madrid apenas quería apuntalar su tercer puesto y quizás asaltar el segundo, pírrico objetivo en una liga decepcionante, el Bilbao en tierra de nadie, lejos de Europa y lejos del descenso), tenía un lejano sabor de antaño, el duelo más clásico y casi el más repetido entre dos equipos españoles, 230 enfrentamientos entre ellos, anoche totalmente descafeinado. Al menos para Zidane podía servir para hacer las últimas probaturas de cara a la batalla ante el Bayern para el próximo miércoles 25. Pero apenas sirvió para eso.
Salió el Madrid con un 4-4-2 más ofensivo que de costumbre, ya que no jugó Casemiro, y el doble pivote era el de los jugones Modric y Kroos. El primer tiempo, salvando las distancias, recordó al de una semana antes, con un Madrid volcado sobre la portería de Kepa, con 15 tiros y numerosos córners a favor. Pero fue el Athletic, una vez más este año, quien en su único disparo a puerta por medio de Williams, batió a Keylor en una jugada que muestra una vez más deficiencias defensivas (y que en las semifinales contra el Bayern podríamos pagar muy caro). Una buena primera parte, con destellos de Asensio y de Lucas por las bandas, un Ronaldo peligroso en posición de nueve (con un soberbio testarazo al travesaño) y un Arrizabalaga espléndido con el que se vuelve a abrir el debate de su fichaje fallido en enero.
El Madrid merecía ir ganando pero ya se sabe que el fútbol no entiende de justicia, ni de victorias a los puntos; el fútbol entiende de goles marcados y no de ocasiones o de posesión o de número de córners a favor. Para muestra un botón: el partido terminó con 29 disparos blancos (10 a puerta) contra 6 del Athletic (2 a puerta), con 16 córners locales por 2 visitantes, con 66% de posesión para el de casa y sólo 34% para el de fuera. Y aun así, en el minuto 64, con el marcador 0-1, los leones pudieron dar la puntilla al rematar Raúl García al larguero, en una doble ocasión clarísima que primero evitó Ramos a disparo de Iñigo Córdoba.
Con el 0-2 a falta de menos de media hora nos hubiésemos ido casi todos a casa. El equipo merengue no salió en la segunda mitad con el ímpetu de la primera, todos estaban ya con la mente en Múnich, que es realmente el partido que les interesa. Luchar por la segunda plaza, o incluso mantener la tercera, no deja de ser un reto menor, al que esta plantilla no le da demasiada importancia. Queda el gran pastel de la Champions, ese sí lo quieren asaltar todos con fruición. Jugar al todo o a la nada. Todo al gran título de la temporada, como en 2014 (aunque aquél año ya había caído la Copa del Rey de Bale) o como en 2016. Reto glorioso y legítimo pero, cuidado, ya sabemos lo difícil que es ganarlo, nadie regala nada por Europa, y hemos llegado a un momento en el que todos nuestros rivales nos tienen más ganas que nunca.
La falta de gol del equipo debería de preocupar mucho, por ejemplo, ya que da la impresión de que si no marca Cristiano, nadie lo hará. Benzema, que en Málaga tuvo fases brillantes, anoche apenas apareció. A Asensio apenas se le vió en la segunda mitad. Mi admirado Gareth Bale, que jugó la última media hora, ni siquiera nos pudo mostrar su velocidad ni un solo centro aceptable. Isco sí que lo intentó, consiguió encender algo a la grada, pero no fue suficiente. El Madrid, más por el peso del escudo que por manejar bien los últimos instantes, logró empatar por medio de una espuela del crack de Madeira que desvió ligeramente un disparo de Modric desde el borde del área.
1-1 resultado final, buen premio para los vizcaínos en un partido, una vez más, insuficiente de los nuestros en una temporada en la que ya han volado 17 puntos (¡17!) de Chamartín en 17 jornadas, bagaje indigno de un vigente campeón de Liga. Pero llueve sobre mojado, ya que la temporada pasada, pese a lograr el título, también se consiguieron más puntos fuera que como local.
Estos fantasmas del pasado y del presente, como los que visitaban a Ebenezer Scrooge en el Cuento de Navidad de Dickens, parece que están muy a gusto en nuestro estadio y que les cuesta viajar hacia otros parajes. El Madrid no acaba de convencer en el Bernabéu en los últimos tiempos, ni en liga (incapaz de vencer a ninguno de los gallitos este año, véase el Barcelona, el Atlético, el Valencia, el Betis o el Villarreal), ni en Champions (excepto los últimos 20 minutos ante el PSG). Tampoco vencimos a ningún rival de Copa esta temporada: Fuenlabrada, Numancia o Leganés.
Espero equivocarme, pero más nos vale traer un magnífico resultado de Múnich, no vaya a ser que a estos molestos fantasmas chamartinescos les dé por darnos otro susto el próximo 1 de mayo. A no ser que nuestros maravillosos Ghostbusters vuelvan de nuevo y ayuden a enviar al exilio definitivo a estos molestos espectros que están convirtiendo a nuestro fortín en un campo factible para cualquier equipo serio y disciplinado, como anoche fue el Athletic.
Texto: @AthosDumasE