Blanco Y En Botella | La montaña rusa
Desde hace más o menos un año, en concreto desde el 19 de septiembre del pasado año, el Madridismo ha vivido en una continua espiral autodestructiva, basada en un auténtico carrusel de sentimientos encontrados, en función de unos resultados a cuál más descorazonador y, sobre todo, a un ambiente irrespirable entre los propios aficionados.
Historia de un carrusel
¿Por qué cito esa fecha? Muy sencillo, es la del partido entre el Real Madrid y la Roma de la pasada edición de la Champions League. Un partido que ganaron los de Julen Lopetegui después de una impresionante exhibición de juego y goles ante su público y que hizo prever que el club había encontrado una senda de triunfo en su nueva andadura, sin Zidane y sin Cristiano Ronaldo.
Sin embargo, a partir de ahí todo fue a peor. El Real Madrid perdió su identidad, Lopetegui el “oremus” y la afición la paciencia y lo que parecía que sería un cuento de hadas acabó convirtiéndose en la peor de las pesadillas, culminada con aquella dolorosísima derrota en el Nou Camp por 5-1 que le acabó por costar el puesto al técnico vasco.
A partir de ese momento, con Solari, primero, y con Zidane después, hemos vivido en el filo de la navaja y, lo que es peor, en una constante montaña rusa. Tan pronto sentimos que el Real Madrid se había recuperado del bache, con la irrupción salvaje de gente como Vinicius o Reguilón como, de repente, vivimos otra pesadilla, o mejor dicho, tres pesadillas en una nefasta semana de marzo en la que éramos vapuleados en casa ante el Ajax en Champions y ante el Barça en Copa del Rey y en Liga. Y Solari fue despedido.
Entonces, de nuevo, el optimismo en todo lo alto con el advenimiento de Zidane y un nuevo bajonazo con el tramo final de temporada, en el que lejos de tomar las riendas del equipo y dar un golpe de timón, tan necesario como obligado, el equipo acabó de forma lastimosa una temporada para olvidar.
Llega el verano, vuelve la ilusión
Con la llegada del verano, todo volvía a ser optimismo desbordante cuando el Real Madrid cerraba el mes de junio con las incorporaciones de jugadores que reclamaba fuertemente el madridismo, especialmente el tuitero como Hazard, Jovic, Militao, Mendy o Rodrygo.
Se reclamaba a un jugador diferencial que pudiese llenar el vacío de Cristiano Ronaldo, no tanto goleador (porque eso no lo va a llenar nunca nadie más) pero sí al menos en cuanto a imagen y carisma. Ese “galáctico” tantas veces reclamado por mucho madridista, especialmente el aficionado al FIFA y al PES. Pues bien, llegó Hazard.
Se pedía un recambio urgente para un desmadrado y ciertamente desnortado Marcelo. Un tipo con experiencia internacional y al que no le viniese excesivamente grande el traje madridista. Y se trajo a Ferland Mendy. Un lateral izquierdo internacional con Francia y dos veces consecutiva seleccionado en el “once” ideal de la Ligue 1 gala.
Había que darle un recambio de garantías a Varane y Ramos, cada vez más en horas bajas. Y se trajó a Militao, uno de los centrales más prometedores y con una mejor presencia y talento de la última Champions con el Oporto.
Se exigía a voces (y con razón, dicho sea de paso) la presencia de un delantero centro, nato, de un killer y quién mejor que Luka Jovic. El delantero más deseado de la Europa futbolística reciente y que había asombrado a propios y a extraños la pasad temporada con casi 30 goles. Y se trajo a Jovic.
Y por si fuese poco, se traía a dos talentos inmensos del fútbol mundial como Kubo y Rodrygo, en principio, sobre todo el nipón, dada su condición de extracomunitario, para jugar en el Castilla, aunque con visos de jugar en el primer equipo, especialmente el delantero brasileño, que tan buena imagen dejó en lo poco que se le vio jugar en pretemporada.
Se alabó entonces la magnífica planificación de la temporada y lo bien que iban a venir estos jugadores porque, por fin, se habían hecho los deberes (fichajes) a tiempo y todos podrían empezar a trabajar sin problemas a las órdenes de Zidane.
Comienza el caos
Pero hete aquí que llegó la pretemporada y, además de pésima en cuanto a juego y resultados, y de nuevo, nos volvimos a montar en la montaña rusa y pasamos de un optimismo desmedido a tener que volver a aguantar los típicos comentarios (ya vividos en otras pretemporadas, por cierto) de parte del madridismo diciendo que el Madrid había tirado, sí, tirado, la temporada por la borda, que todo iba a ser un desastre y que ya teníamos que ir trabajando en el ejercicio 2020/2021 porque el actual ya estaba perdido.
Y llegó la Liga y de nuevo, tras un más que meritorio encuentro en Vigo ante el Celta, saldado con una contundente victoria por 1-3 y todo parecía volver a su ser y ya volvíamos a ser favoritos para todo.
Llegaron los dos empates ante Valladolid y Villarreal, dos empates tan injustos como dolorosos por la forma en la que se lograron, con groseros errores defensivos y en ataque en ambos casos que empañaron unos minutos de muy buen juego, y otra vez el pesimismo nos ha invadido.
Un pesimismo que, por desgracia, ha cundido y esta vez con fuerza tras el bochornoso show ofrecido por nuestros jugadores en el Parque de los Príncipes ante el PSG y que haría removerse en su tumba a Don Santiago si éste hubiese podido ver lo que ocurrió sobre el césped del estadio parisino.
La bipolaridad del Madridismo
La bipolaridad del Madridismo es exagerada y, ciertamente, así es difícil convivir. Entre otras cosas porque la afición del Real Madrid, que nunca se caracterizó por su paciencia, ha hecho de cada empate (y no digo ya cada derrota) una auténtica cuestión de Estado.
Y eso hace irrespirable el ambiente porque, de hecho, desde hace ya tiempo, el Bernabéu lejos de ser un fortín para el Real Madrid, se ha convertido en una máquina de picar carne humana, donde cada error se paga casi con la sangre y donde, eso sí, no se duda en aplaudir a Mayoral, por ejemplo, tras marcarle un gol a su exequipo, pero se es inflexible con todos.
Bueno, con todos no, porque hay algunos que gozan de una especial protección mediática, bien por su condición de españoles, bien por la de canteranos o ambas, que nunca son puestos bajo la lupa y trasladan la culpa a otros compañeros, generalmente extranjeros. Y si son de Gales, ya ni te cuento…
El caso es que de repente, como dije antes, tan pronto se desata la euforia entre el madridismo por unos fichajes tan buenos como exigidos (y caros), como que de repente, siguiendo además un extraño patrón marcado por Prensa Nostra, esos mismos fichajes ya no sirven para nada.
Hazard, el deseado, ahora es un gordo desastroso. Mendy es un gañán que no sabe qué hacer con el balón en los pies, Jovic no sólo es un tronco sino que incluso, rizando el rizo, ahora tampoco es delantero centro y Rodrygo un niño inexperto al que le viene grande esto. Incluso Vinicius, en boca de todos la pasada temporada, está a un par de pases fallados a recibir la conveniente ración de pito e insulto de la grada del Bernabéu.
Del cero al infinito… y del infinito al cero
Y no digo que el Madrid no haya hecho todo bien porque es mentira. Se han cometido errores no tanto en las salidas sino en no fichar a un centrocampista defensivo que complemente a Casemiro, hoy por hoy vital y sin apenas recambio. Qué sé yo, un Ndombele, un Kanté o algo similar
Pero de ahí a decir que todo está mal hay un abismo sideral. Sobre todo porque, pese a que ahora se diga que no se han hecho gastos, lo cierto es que el club se ha gastado cerca de 300 millones en fichajes) Como la falacia de que se han fichado suplentes, cuando todos menos Rodrygo -hasta Kubo- son internacionales en sus países y si no han jugado más ha sido por culpa de una maldita plaga de lesiones que nos ha asolado el equipo.
Lo siento, pero no puedo con esta bipolaridad casi enfermiza que nos hace viajar en una insoportable tensión, que pasa del positivismo más bestial y meter a más de 200.000 personas en Cibeles a tratar de quemar el Bernabéu con todos dentro con apenas dos meses de diferencia. O de pensar que hemos hecho unos grandes fichajes a amortizarlos a título de inventario y decir que no vale ninguno en el transcurso de tan solo 15 días.
Y de adorar al Presidente, al que muchos querían beatificar al grito de “Santo Súbito!” a pedir su dimisión porque, por lo visto, él falla los goles y “canta” en la defensa y se desordena tácticamente cuando la pelotita no entra. Pero no tiene nada que ver en la planificación ni en las contrataciones cuando tenían que ampliar la Sala de Trofeos porque se había quedado pequeña…
Sé que es predicar en el desierto porque a estas alturas es imposible cambiar la mentalidad de ese madridismo impaciente y negativo. Y de tan mala memoria que se cree que el Madrid siempre ganó todo y que nunca vivió noches como la de París. Se les olvida que, por desgracia, hemos vivido noches iguales o peores que ésta (el 5-0 del Barça con la cola de vaca de Romario, el 5-0 del Milán en San Siro, el 1-4 del Ajax del pasado año sin ir más lejos y tantas noches negras de nuestra historia)
Pero sobre todo, se les olvida lo más importante. Que siempre, siempre, el Real Madrid ha vuelto. Y con más fuerza.
Fotos: Getty Images