Mirada Blanca | Mi vida
Siento comunicarles que mientras todos ustedes están con el estrés de la vuelta al trabajo, con volver a estrellar el despertador contra la pared o con llevar a los niños al cole, yo llevo unos días ya de vacaciones. Se acabó aguantar fotos de pies con el mar de fondo o escuchar historias de chiringuitos alejados de la televisión, ahora me toca a mi ponerme más colorado que el cangrejo de la sirenita y tomarme un mojito bajo una palmera.
Pues bien, como suele ser tradición (al menos en mi caso) durante este periodo estival suelo aprovechar para devorar libros, y este año han tocado biografías deportivas. Empecé el mes leyendo la última del mito sobre los mitos de nuestro baloncesto Fernando Martín (Instinto Ganador, de Javier Balmaseda) y ahora estoy con una biografía del gato de Betanzos, Paco Buyo. Pues bien, entre medias aproveché para rescatar del fondo de mi librería una vieja biografía llamada Mi Vida, la biografía de una de las mayores leyendas del deporte, de un hombre al que todas las generaciones de seguidores que crecieron entre los 70 y los 80 han admirado: Earvin Johnson Junior.
En este libro de 1993, Magic analiza toda su vida tanto deportiva como extra deportiva con especial atención a su contagio del VIH, los meses posteriores a su anuncio y su lucha por concienciar en especial a la población negra estadounidense para que evitaran contagiarse. Pero más allá de ello también analiza todos sus años en los Lakers y los problemas que allí tuvo.
Cuando hoy oímos el nombre de Magic Johnson pensamos en un hombre que, aunque tuvo que poner un final prematuro a su carrera, siempre fue adorado por su afición y que jamás tuvo un problema con la menos pasional afición de la NBA (al menos comparada con la europea). Sin embargo este no siempre fue así. Corría el año 1981 cuando la ya por aquel entonces estrella de los Lakers y su entonces entrenador, Paul Westhead, tuvieron un terrible enfrentamiento.
El histórico 32 no estaba contento con el sistema de juego impuesto por su entrenador (mucho más estático que el que hacían con Mckinney) y tras un partido estallaría y exigiría su traspaso delante de todos los medios de comunicación. Pero Magic no midió su poder (siempre según la versión del propio Johnson) y lejos de ser traspasado, Jerry Buss decidió ipso facto despedir al entrenador.
Esta decisión no hizo sino acentuar la sensación en prensa y afición de que Magic no era más que un niñato malcriado por el dueño de los Lakers. No en vano no solo había sido una apuesta personal del propio Buss sino que este lehabia renovado por 5 temporadas por 25 millones de dólares, una cantidad impensable para un jugador de tan poco bagaje y que ni siquiera era la estrella de su equipo (esta era Kareem Abdul Jabbar).
Obviamente las reacciones en los pabellones no se hicieron esperar. Entonces la gente no podía desahogarse en Twitter así que comenzó a hacerlo en los pabellones contra la estrella angelina. A cada pabellón que iba, Magic era abucheado, cada dos días la escena se repetía y lo peor es que no ató ocurría también en el Forum de Inglewood. A Maye que esto no le preocupaba ya que ser pitado por la afición rival no solo no le supone un problema sino que le motivaba, y era consciente que en cuanto mejorara su juego los abucheos se turnarían en aplausos por parte de su propia afición. Y así sería, pero la situación empeoró cuando en el partido decisivo de la serie final ante los Celtics en la última jugada McHale le intervenía un sencillo pase a Worthy y forzaba la prórroga donde Boston acabarían llevándose el triunfo y allanando el camino para un nuevo anillo verde.
De repente, Magic, otrora estrella emergente de la liga, había pasado a ser el villano de la misma y ahora eran tanto prensa como afición los que pedían su inmediato traspaso por no saber jugar en los momentos decisivos y, además, ser un niño malcriado que quería controlar no solo el vestuario sino todo el club de Los Ángeles. Sin embargo, Jerry Buss se negó a ello y Magic continuaría una década más en los Lakers en la que sería, sin duda, la era más gloriosa de los de Hollywood.
Pues bien , Ahora imaginen que el propietario de los Lakers hubiera hecho caso a las presiones y le hubiese traspasado. Nunca lo podemos asegurar (o sí), pero con casi toda probabilidad esos anillos hubieran ido a parar a Boston y los Lakers estarían aún hoy llorando por la oportunidad perdida y por haberse desecho de uno de los mejores jugadores de la historia.
El aficionado tiende a juzgar con rapidez, olvidarse del pasado y no dar oportunidad de fallo al futuro, suele cansarse pronto de las mismas caras de siempre y su paciencia con los jóvenes no suele durar más de un año. Yo he vivido pitadas según tocaban por vez primera el balón a Butragueño, Hierro, Raúl, Zidane o Cristiano pero también a los Granero, De la Red, Portillo o Guti. Es por eso por lo que ahora les pido que antes de abuchear y criticar a quien sea (se llame Ramos o Vinicius, Benzema o Valverde) piensen antes en lo sucedido con Magic y sean mas Jerry Buss que la prensa de Hollywood.