Sentimiento Real | Nadal, tan nuestro
Es una suerte ser coetánea de Rafa Nadal, compartir en el mundo el mismo tiempo que él y así poder ser partícipe de todos y cada uno de sus logros. Desde el primer Grand Slam que logró hasta el último, pasando por los Masters 1000, la Copa Davis y los Juegos Olímpicos.
Es un orgullo sentir lo mismo que él por el Real Madrid, verlo celebrar los goles de la misma manera que lo hago yo. Es un orgullo que sea español, que lleve la bandera de mi país sin pudor ni vergüenza por cada rincón del mundo, ver cómo se emociona de verdad con el himno.
Siento una satisfacción tremenda cada vez que logra una victoria, verlo pelear cada punto como si fuera el último, ese puño cerrado y ese «¡vamos!» tan propios y característicos de él. Madrugar o trasnochar para estar a su lado, para sufrir con él, para verlo feliz.
Hasta el final, vamos Real y hasta el final, vamos Nadal. No puede ser casualidad que suene igual de bien. Siento que lo quiero porque he llegado a hacer mías sus lágrimas, porque lo he pasado mal con cada lesión y me he emocionado cada vez que volvía. Porque Rafa, como el Madrid, siempre vuelve. No es casualidad tampoco.
Nadal no gana nunca de cualquier manera, siempre apela a la épica, desbordándome de emoción, transmitiendo su energía, llenándome el cuerpo entero de nervios. Una ve a Rafa caer y levantarse, resistir y agonizar y sólo puedo sentir orgullo.
Cuando no nos importa que nos den las tres de la mañana de un domingo delante de la tele, con el despertador para el día siguiente amenazando, es porque Rafa nos importa, porque él, con sus logros, ha conseguido que sea así. Porque si pasadas las tres de la mañana de un domingo de septiembre Rafa llora, nosotros nos emocionamos con él. Porque no es un hombre cualquiera, a pesar de que la lágrimas le delaten como humano. Rafa es tan nuestro que todavía no se ha ido y ya lo estamos echando de menos.
Foto: Sports Illustrated