El rincón de Apple Tree | De Karate, de zombies y de los temidos 90
Llevo todo el día en una nube desde que Don Jaycee Carroll nos llevara al cielo a los baloncesteros blancos de bien. He leído crónicas, comentarios, análisis y tweets de todo tipo y todos coinciden en lo mismo: La fe del Real Madrid puede mover montañas. La demostración de fortaleza mental, fe y determinación de este grupo nos dejó boquiabiertos a todos, siendo la jugada final la traca de una serie de fuegos artificiales que se lanzaron en los dos minutos finales para gloria del Madrid y de la liga.
Confieso que con el empate a 62 pensé que el Madrid daría la estocada final a un FC Barcelona que nos había lastrado las piernas, brazos y mente durante todo el partido. Pero no fue así. El FCB golpeó (léase figurada y literalmente) de nuevo y tomaron una ventaja que empezó a parecer insalvable para un Real Madrid que de nuevo se metía en el fango y no lograba encontrar al compañero de blanco para pasarle el balón. Los ataques eran espesos y se digerían peor que los dulces de unas navidades pasadas. Estaba siendo un menú muy pesado para los jugadores e insoportable para el público.
Y esto fue así durante la mayor parte del partido. El FCB cambió totalmente el discurso respecto al primero. Se comenta que la bronca en el vestuario de Pesic tras el primer partido, se escuchó desde fuera del Wizink y algún vecino se quejó de ello y estuvo a punto de bajar a la rueda de prensa a pedir explicaciones. No gustó al serbio la actitud de los suyos y ayer salieron a presionar, morder y a obstaculizar cualquier circulación de balón propuesta por los blancos. La fórmula del karate press es más vieja que el hilo negro pero parece ser que es rentable. Valor seguro. Pesic nos quiso devolver a los olvidados 90 y durante gran parte del partido el ritmo del mismo fue como un doloroso flashback en que se aparecían los viejos fantasmas de Bilba, Verove o Young reencarnado en Heurtel.
Durante unos 35 minutos, la fórmula funcionó. Y como el tuitstar Manu Suárez suele decir medio en broma medio en serio, se trataba de “el típico choque de estilos”. Los blancos tratando de jugar el basket del siglo XXI y los Pesic boys perpetrando un juego que ya creíamos amortizado y ya casi no se usa. Sin ir más lejos, en la Copa del Rey el FCB compitió (y ganó, sic) sin llegar a desenterrar los fantasmas con hombreras y pelo cardado de los 90. Sólo Heurtel, era un verso libre en los culés y jugaba a otra cosa. La lección de dirección, control y acierto que impartió en el Palacio ayer fue incluso mayor que la del día de la Copa. La sensación de que hacía lo que quería y cuando quería era a veces insultante. Sólo el férreo control que desde el banco impuso su entrenador salvaba al Madrid de haber entregado el partido algo antes. Gracias, Svetislav.
Pero aún así, el FCB tenía el partido controlado y tras ese arreón final, tras el empate mencionado, dejó helado a los de Laso y al Palacio, que veía cómo se neutralizaba el juego que tan bien fluyó sólo dos días antes. Campazzo era una sombra que acabó desquiciado, Taylor se pegaba (literalmente) con el aro o Randolph no tenía localizada la canasta. Por poner varios ejemplos.
Pero hete aquí que este equipo tiene ya mucha mili hecha. Y cuando todos (incluido el que escribe), veíamos imposible remontar el partido, por marcador y juego, surgió un hilo de esperanza que a cada ataque exitoso de los dos minutos finales iba tejiendo la alfombra sobre la que haría volar a los 13.000 presentes. El bombardeo de triples final es digno de un video promocional de la liga con música de Mission Impossible. La orgía anotadora desatada tras ver durante 38 minutos el aro como un anillo, es digna de estudio para demostrar que sí se puede, aquí y ahora sí se puede decir.
Y como colofón, la jugada del tiro libre fallado que acaba en triple de Jaycee. Ni el mejor guionista de HBO o Netflix podría pensar un desenlace con tanta tensión, suspense y agonía para dar como resultado el final que todos sabemos. Es más, hubo tiempo para que el zombie (leedme en sentido figurado, Hanga es un tío muy majo) diera un susto final levantándose y lanzando desde medio campo. A los que todavía estábamos atentos, nos recorrió por un segundo, un escalofrío recordando el tiro de Huertas de 2012. Esta vez no entró por poco. Los culés habrían celebrado diciendo que era lo justo. Igual que pensaron esa liga de infausto recuerdo para los Llull, Reyes, Carroll y compañía. Que se lo merecían. Pero ya he escrito en otra ocasión que la competición no conoce a nadie y que ni deudas morales ni gaitas tribuneras. Si ese balón hubiera entrado, estaríamos hablando de otra cosa y los 90 habrían asomado la cabeza como si el Wizink estuviera construido sobre un cementerio profanado y Laso tuviera que luchar contra una horda de caminantes.