#BlancoYEnBotella | Zinedine Zidane, el alfa y el omega del madridismo
Al hilo de la aciaga temporada que hemos tenido que vivir este año en el Real Madrid, no hace mucho hablaba con unos amigos sobre cuáles podrían ser las causas de semejante debacle.
Ya anticipo que no hubo en absoluto consenso sobre la etiología de los males que nos han aquejado prácticamente desde que la pretemporada echó a andar un lejanísimo mes de julio de 2018, pero confieso en que en lo único en lo que básicamente estuvimos todos de acuerdo es en que todo comenzó con el anuncio de la marcha de Zinedine Zidane.
La sorprendente renuncia del técnico francés, en la cresta de la ola, apenas cinco días de haber tocado el cielo con las manos con la consecución de la tercera Champions consecutiva (cuarta en cinco años) fue un shock para todos y un durísimo golpe en todos los sentidos.
La salida de Zidane, el inicio de todas nuestras desgracias
Así pues, en mi opinión, la marcha de Zidane supuso un varapalo tremendo en el club y, por qué no decirlo, para muchos de sus jugadores.
A eso sumémosle la falta de motivación suficiente o al menos de una explicación coherente sobre los motivos de su renuncia, algo que alimentó toda clase de rumorología (por lo general, negativa para con el club) y ayudó a aumentar la sensación de desamparo entre jugadores, cuerpo técnico, directiva y aficionados.
Pero, abstrayéndonos de lo meramente emocional, la marcha de Zidane fue un auténtico golpe a la línea de flotación del club porque, de la forma en la que se produjo, sin previo aviso y en las fechas en las que se produjo, maniató absolutamente al club a la hora de la planificación de la temporada, empezando por la contratación de un sustituto de garantías.
Una cuestión que no es baladí, como se ha podido ver meses después, dado que las fechas en las que se llevó a cabo su renuncia dejaron a la dirección deportiva del Real Madrid sin ningún margen de maniobra para encontrar un reemplazo.
De hecho, el principal favorito para ocupar el banquillo (y estoy seguro de que lo ocupará algún día) era Mauricio Pochettino pero las fechas en las que Zidane comunicó su marcha se produjo unos días después de que el argentino renovase con el Tottenham, cerrando prácticamente de golpe y porrazo las remotas posibilidades que había para contratarle.
Y es que las fechas en las que Zidane dejó su puesto impedían, de facto, encontrar a nadie disponible. Klopp era y es el mandamás del Liverpool y precisamente no andaba a buenas con el Real Madrid tras su derrota días atrás en Kiev.
Joachim Löw estaba centrado en la selección alemana, una de las favoritas en esos momentos para ganar el Mundial de Rusia, que estaba a punto de comenzar. Mourinho, de aquella manera, seguía con contrato en vigor en el Manchester United, Massimiliano Allegri se autodescartó enseguida porque quería seguir en la Juventus. Y así con una lista de varios nombres.
Finalmente y tras tanto descarte, el Real Madrid optó por la figura de Julen Lopetegui, con todo lo que ello conllevó y que enrareció sobremanera, por culpa una vez más de Prensa Nostra, su llegada al club y llenó de ruido la pretemporada.
A partir de ahí, llegó lo que todos sabemos y que, por tanto, no viene a cuento reproducir pero que, insistiendo en que al menos para mí, deja bien a las claras que la marcha de Zidane condicionó y de manera decisiva el devenir de los meses siguientes en ele Real Madrid.
Aquella situación me provocó una tremenda amargura porque nadie me puede quitar de la cabeza por qué Zidane, si es verdad que ya veía signos de desgaste en la plantilla o en él mismo, no lo pensó antes y comunicó, siquiera en secreto, con algo de antelación su intención de irse y favorecer así al club a buscar con calma y determinación a su mejor sustituto.
Vuelve Zidane, se cierra el círculo
Sin embargo, la vida tiene estas cosas y, de la misma forma que Zidane vino a sacarnos del marasmo en el que la oscura etapa de Rafa Benítez nos había sumido en el primer tercio de la temporada 2015/2016, cuando más oscura estaba la cosa y peor pintaba la cosa, la figura del francés ha vuelto a emerger para devolvernos la luz.
Sí, porque Zidane ha vuelto. Apenas ocho meses de su fantasmagórica renuncia, Zizou se ha vuelto a hacer con los mandos de una nave a la deriva con la intención de devolverla a una senda de la que nunca debió haberse salido: la del triunfo.
De esta forma, como si el destino lo hubiese maquinado de manera maquiavélica, la vuelta de Zidane al banquillo blanco ha supuesto el cierre de un círculo que se abría, como ya he dejado expuesto, un tristísimo 31 de mayo de 2018.
Porque no se me ocurre nadie mejor que Zidane para cerrar esa Caja de Pandora que él mismo abrió hace ocho interminables meses y devolver, por fin, la sensatez y la calma a un equipo que hace mucho tiempo que la perdió. En el campo y, sobre todo, en la grada y, en general, en toda la afición madridista.
Así que, lo que Zidane creó, una crisis de juego y resultados que hacía tiempo que no se vivía en este club, sólo Zidane lo podrá deshacer. Especialmente, porque tras su ida, parece que, por fin, se le ha comenzado a reconocer de forma casi unánime su valía como entrenador.
Y no sólo me refiero a Prensa Nostra, que como suele ocurrir sólo valora al que ya no está o al que está por venir, sino especialmente a muchos madridistas descreídos entonces y que, tras su renuncia, cambiaron súbitamente de opinión sobre su talento en el banquillo.
Me refiero a ese madridismo triste y agorero que, durante los dos años y medio que estuvo al frente de la dirección deportiva del Real Madrid, no paró de decir de él que era un mero alineador, un simple gestor de egos y un tipo con mucha suerte -la famosa “Flor”- y cuyas Champions sólo tapaban “miserias”.
Sin rencores, sin preguntas, sin mirar atrás. Y que lo que él inició, ahora que la vida le ha brindado esa oportunidad, sea él mismo quien lo cierre. El inicio y el final. El Alfa y el Omega del madridismo.
Foto de portada: Diez