#BlancoYEnBotella | Gris oscuro, casi negro
Parece mentira que un color tan escasamente apreciado como el gris, que tradicionalmente ha englobado a la tristeza y a la mediocridad, haya cobrado tanta importancia ni protagonismo en estas últimas semanas.
El uso del VAR, tan esperado y esperanzador cuando llegó, especialmente después de ver sus virtudes en el pasado Mundial de Rusia, fue para mí un soplo de aire fresco, lo confieso. Iluso de mí pensé que había llegado el final del Villarato, de atracos sistemáticos, de desenfreno arbitral siempre en el mismo sentido. Pero no. Me equivoqué. Y lo lamento.
La discrecionalidad, término que denunció Santiago Solari no hace mucho en una rueda de prensa, se ha convertido en el santo y seña del uso del VAR, bajo el concepto de “jugada gris”, para tapar la acumulación cada vez más escandalosa de errores arbitrales, para los que el VAR no ha aportado soluciones.
Unos errores que, como ha venido pasando con el tristemente famoso “saldo arbitral”, se están empezando a apilar en el mismo sentido y, curiosamente, con el mismo beneficiario. Sí, efectivamente, ese mismo equipo en el que todos estáis pensando, el del país pequeñito de ahí a la derecha…
La gran diferencia con respecto a años anteriores, en los que el Barça había venido atesorando errores a favor, algunos de ellos de bulto, está en que no había un mecanismo federativo (e incluso tecnológico) que los refrendara sino que todo quedaba al albur de una serie de dimes y diretes, de meras opiniones que acabaron en una serie de denuncias públicas -con más bien poco eco, por cierto- que unos cuantos aficionados anónimos llevábamos a cabo en las redes sociales.
El problema de llegar el VAR es que, en vez de ser utilizado como se esperaba, esto es, como instrumento para traer la justicia y acabar con los errores arbitrales, ha sido utilizado como mecanismo de refuerzo, como excusa, de los diferentes errores que, como es lógico, han seguido produciéndose a favor del Barça. Esto es, ya no podríamos decir que hay errores porque el refrendo del VAR vendría a blanquearlos.
Sin embargo, esto se les ha ido de las manos e incluso me atrevería a decir que se ha vuelto en su contra porque, desde que gracias al VAR, Lenglet fue expulsado (justamente, por cierto) y el FC Barcelona acabó empatando aquel partido ante el Girona, un lejanísimo 23 de septiembre, los azulgranas nunca más han vuelto a verse perjudicados por intervención alguna del VAR. Y claro, eso está empezando a cantar.
Y no será porque no ha habido motivos. No entraré a valorar la gravedad que supone que desde la realización de Mediapro, propiedad del ínclito Jaume Roures, se hayan hurtado imágenes a los árbitros de la sala del VAR, algo que dicen los expertos habría afectado directamente a la toma de decisiones en un sentido diferente.
La “jugada gris” como mecanismo de blanqueamiento
Me voy a centrar en el uso de la expresión “jugada gris”, que han adoptado los periodistas del Régimen en general y esa pléyade de exárbitros de esos “al dente”, que moran los distintos medios de comunicación para amparar y justificar por qué determinadas jugadas son revisadas o no en el VAR en función de a quién benefician o perjudican.
Así pues, además de tratarnos a los aficionados como si fuésemos auténticos gilipollas, haciéndonos creer que lo que vemos no es lo que vemos sino lo que ellos quieren que veamos (p.ej.: que Rulli toca balón y no a Vinicius o que Luis Suárez no golpea a Cuéllar), el término “jugada gris” se ha convertido en una especie de cajón de sastre, una mentira que se adoptó por los voceros del Régimen para justificar que determinadas jugadas polémicas en las que debió entrar el VAR, no lo hizo.
Sería, pues, una especie de herramienta de blanqueamiento que limpia, fija y da esplendor a según qué errores y que pasen inadvertidos entre la afición, por más groseros que estos sean.
Así pues, da igual que Vinicius sea agarrado por Jordi Alba en el área y que el brasileño no pueda continuar la jugada. Eso es “jugada gris”. Que Dembelé reciba en fuera de juego un córner y asista para que Piqué marque y desatasque un partido que tenía atascado.
O que Modric sea derribado claramente cuando se dispone a rematar a puerta y no se pite penalti mientras que un patadón de Messi al césped sí que lo sea. Insisto, da igual, es “jugada gris”.
O que Luis Suárez patee inmisericordemente a Nacho o que Busquets o Piqué abofeteen a sendos jugadores del Villarreal. Da igual, todo eso está incluido en el concepto de “jugada gris”.
El maldito protocolo
La otra gran mentira de este discurso es la apelación constante al sacrosanto “protocolo del VAR”.
Así, agarrados como garrapatas al dichoso “protocolo” como si fuesen Moisés y los 10 Mandamientos, toda esta gente hace referencia a que el dichoso mecanismo arbitral sólo actuará en caso de “error claro y manifiesto” del árbitro. Y claro, como muchos periodistas de Prensa Nostra nos dicen sobre este tipo de jugadas, “como ni siquiera nosotros nos ponemos de acuerdo, entonces es jugada gris”. Pues no, señores.
Porque siguiendo la lógica ilógica de esta gente, reducir cualquier jugada polémica, diáfana o no, a una mera polémica de barra de BAR (permítaseme el chiste fácil) entre unos amiguetes, en la que, dependiendo de la bufanda, nunca nadie verá la claridad de la jugada, aunque al rival le hayan arrancado la cabeza con un hacha y el árbitro diga eso de “Todo OK, José Luis, Todo OK”…
Es decir, acabar restringiendo el uso del VAR tan sólo a aquellas jugadas que, pese a su claridad y gravedad no se hayan señalizado y dado lugar al error arbitral, es algo absolutamente ridículo.
Entre otras cosas, porque es algo que no se producirá casi nunca. De hecho, de ese tipo de jugadas habrá dos o tres a lo sumo en toda la Liga (p.ej.: el gol de Messi en Mestalla que el árbitro dijo que no cruzó la línea de fondo o el penalti fantasma de Jordi Alba ante el Eibar, por citar dos de los más sonados), acabaría por desvirtuar su uso.
Por tanto, desde aquí le pido a La Liga y sobre todo a Prensa Nostra y árbitros que dejen de secuestrar el VAR, que como se ha demostrado ya, es un mecanismo eficaz y devuélvanle su esencia, que es la de minimizar los errores humanos que, además de inevitables, seguirán existiendo.
Mírense, pues, en el espejo no sólo del pasado Mundial sino en el de otras ligas europeas y en el de la Champions League, como veremos sin duda a partir de la próxima semana con los 16 mejores equipos del continente.
Foto portada: LaLiga