#SentimientoReal | El gol de Casemiro
Moría el partido, agonizaba el reloj y el gol se le volvía a negar al Real Madrid. Hasta que el balón llegó rodando a las botas de Casemiro y puso todo el alma en el golpeo. La pelota se levantó del césped y enfilaba la escuadra de la portería del Sevilla durante su vuelo. Parecía gol antes de que entrara, tenía toda la pinta. Y así fue. Hubo final feliz.
Lo que pasó después de que el esférico besara la red es eso que Eduardo Galeano definió como «el orgasmo del fútbol». En efecto, se levantó en pleno éxtasis el Bernabéu ondeando sus banderas y bufandas. Cuando se marcan goles también se marcan vidas. Que se lo digan si no a Reguilón, cuya imagen con los ojos cerrados y los puños apretados después de la celebración en grupo quedará para siempre en la memoria colectiva del madridismo. Porque esa manera de sentir un gol del Madrid es la mía también, porque yo también sufro y me libero cuando por fin el balón traspasa la línea de cal de la portería rival.
El gol de Casemiro sacó también de sus asientos a los ocupantes del banquillo del Madrid. Saltos, abrazos, sonrisas, puños cerrados, manos a la cabeza. Gol del Madrid. Qué bonito suena, qué bonito es escribirlo, qué bonito verlo, vivirlo y sentirlo. Los goles del Madrid son obras de arte aunque sucedan de rebote. No importa la plasticidad, ni la técnica, ni la sincronización con el cuerpo a la hora de golpear el balón. Lo único que importa del gol es la explosión de alegría, esos segundos en los que la locura se apodera de ti y te abrazas a la persona que tienes al lado, aunque no la conozcas de nada. Lo necesitas. Necesitas que alguien que siente lo mismo que tú vea que tu enajenación es fruto de la felicidad, que te está entendiendo porque por sus venas corre en ese mismo momento la sangre a la misma temperatura que la tuya, que esos ojos vidriosos son fruto del amor por el escudo, que no sientes el suelo bajo tus pies, que te crees capaz de volar y más fuerte que nadie, que puede acabarse el mundo en ese momento, que tú ya lo has visto y vivido todo, que ha marcado el Madrid, joder.
El gol de Casemiro fue una liberación, un «ya era hora». Fue lo más justo que podía pasar en el partido. Ese gol volvió a unir en santo matrimonio, no sabemos hasta cuándo, al Bernabéu con el equipo y esa comunión suele hacernos invencibles. Nunca es tarde si te llamas Real Madrid y el mes de enero aún sigue su curso. Nunca es tarde para poner en cada partido todo aquello con lo que Casemiro golpeó el balón: alma, rabia, corazón y, sobre todo, ganas. Con esos ingredientes siempre llega el gol del Madrid.
Foto: El Independiente