#SentimientoReal | Keylor Navas, mi portero
Keylor Navas tiene tres Copas de Europa ganadas de manera consecutiva, una legión de seguidores incondicionales y un número importante de detractores. El tico suma también importantes fallos garrafales, ninguna conmoción cerebral, paradas espectaculares y actuaciones extraordinarias en momentos trascendentales que ayudan al Real Madrid a superar eliminatorias y ganar partidos. Tiene también en su haber la mejor cara que uno puede poner se hable lo que se hable de él, ni una mala palabra hacia el club, ni aumentos de sueldo, ni amenazas con irse. Todo lo contrario. Keylor Navas es un tipo que se levanta cada mañana dando gracias a Dios por tener la oportunidad de volver a ponerse ese día la camiseta del Real Madrid, bien sea para entrenar o para disputar un partido.
Keylor Navas es mi portero. Lo es cuando falla y lo es cuando acierta, pero sobre todo, lo es cuando lo veo ser feliz con lo que hace, siendo consciente de dónde está, de los jugadores que tiene alrededor y de la afición que lo abriga. Un hombre que habla a diario con Dios, que como todos sabemos es madridista, sabe de sobra que no hay lugar mejor en el mundo que el Real Madrid, que es el cielo de los futbolistas, lo más más alto a lo que uno puede aspirar, el camino más corto para poder estar cerca de cualquier ser superior, ya sea Dios o Florentino Pérez.
No hay verano sin rumores sobre Keylor Navas, a quien la prensa lleva vilipendiando desde que llegó, como si el costarricense estuviera ocupando el lugar de alguien que hubiera estado ofreciéndole favores al periodismo años atrás. Se resaltan más sus errores que sus aciertos, como si no hubiera sido capaz una vez, en una final de Copa de Europa, de desviar dos penaltis con la mirada. Uno al larguero y otro al palo. Eso no lo hace cualquiera. Dos penaltis. Con la mirada. En una final de la Champions. No es cualquier cosa.
Keylor Navas no nació madridista, no le pedía a los Reyes Magos camisetas del equipo blanco, no colgaba en su habitación pósters del ídolo de la época. Keylor Navas se ha hecho madridista a fuerza de abrir su mente y su corazón, para lo bueno y para lo malo, a todo lo concerniente al mejor club del mundo. Ha sabido llevar la exigencia, ha sabido entender a la afición, ha respetado el escudo y ha defendido con honor la zamarra. Keylor habla con Dios y los dos se sienten en el cielo, cada uno en el suyo. Confío en su fe y me entrego a sus rezos. Cuando alza las manos y cierra los ojos, ya sé que está pidiendo por todos. Por ti, por mí y por el Real Madrid.