#SentimientoReal | Lukita, luz de mi vida
Y Luka Modric, ¿qué? ¿Otro año sin Balón de Oro? Se lo merece el croata de rostro imperfecto, que va regando el césped de cada campo, ya sea en Liga, Copa de Europa o Mundial, con gotas de un fútbol excelso. En el exterior de su pie habita la magia que nutre tanto al Real Madrid como a la selección croata de pases técnicamente perfectos, sólo a la altura de lo que el pequeño Lukita es: el mejor centrocampista del mundo.
Debería caérsele la cara de vergüenza o debería darles pudor salir a la calle a todos aquellos que lo compararon con un tal De las Cuevas (¿pero ese quién es?), a los que dijeron que el Real Madrid le venía grande (¿grande? Grande es Modric), a los que dijeron que llegaba al conjunto blanco para tapar vergüenzas (¿vergüenzas? Vergüenza la que ellos no tienen). Modric domina toda la superficie del césped que abarca el centro del campo y mis sentimientos. Tengo debilidad por él. No existe objetividad en mis palabras. Le daría un beso de buenas noches cada día antes de ir a la cama.
Recupera balones y los sirve en bandeja, corre hacia atrás y hacia adelante haciendo gala de una zancada poderosa que quiebra rivales mientras su melena rubia se desata al viento. Si se anima, Luka es capaz de marcar auténticos golazos. Porque Modric no ha marcado un gol en su vida. Todos los tantos que ha anotado sólo se pueden calificar como golazos, maravillas del mundo, patrimonio de la humanidad. Y entonces corre a celebrarlo con su sonrisa imperfecta y me siento tan feliz como él, deseando que llegue la noche para darle el beso de cada día antes de ir a dormir.
Modric se merece el Balón de Oro que no le van a dar, pero como deportista generoso que es, estará orgulloso de que el premio pueda volver a recaer en su compañero Cristiano Ronaldo. Él seguirá inventando, haciendo de cada partido un show al alcance únicamente de paladares exquisitos, desactivando rivales y activando a su equipo, enamorando a propios y extraños y, sobre todo, avergonzando a todos aquellos que hicieron de su fichaje un chiste. En cada exhibición de Lukita llevan su penitencia.