Partes antagónicas
David Ramos/Getty Images
El Real Madrid, que escatima en tino en los primeros periodos, descifra la clave del gol en los segundos 45 minutos. Ante el Espanyol… se volvió a corroborar la tesis
Cuesta transcribir el código para abrir la caja fuerte del gol, pero una vez que se hace, el Real Madrid dirime los partidos a una velocidad supersónica, sobrenatural. La última ración, anoche, ante un recién ascendido, el Espanyol, que se parapetó en campo propio. Remó siempre río arriba y no recibió el golpe en la yugular hasta la segunda mitad, cuando Vinicius movió los hilos del partido y tejió el triunfo madridista. Además de los tres puntos, que encaraman a los blancos cerca del FC Barcelona, a un punto, el choque liguero corroboró que este Real Madrid se deja los deberes para los segundos 45 minutos.
Es ese alumno aventajado que, entre unas cosas y otras, maniobra a las mil maravillas sobre el alambre. Con galbana al principio, aunque desmelenado en las postrimerías. Y eso tiene un valor colosal que conduce directamente a los buenos resultados, a la Matrícula de honor. ‘Cum laude’. En lo que va de temporada, ocho encuentros oficiales (Atalanta, Mallorca, Real Valladolid, Las Palmas, Real Betis, Real Sociedad, Stuttgart y Espanyol), el elenco de Carlo Ancelotti solo ha anotado en uno de ellos durante la primera parte. Curiosamente, fue en Mallorca (1-1), en el día que se encendió el piloto liguero.
Pese al arsenal ofensivo que atesora el Real Madrid, los compases iniciales deambulan entre la escasez de tino y el sesteo. Aquel aficionado que llega tarde a su butaca o televisor, pierde poco bocado. Esa suele ser la tónica habitual. Sin embargo, ayer mismo, sin ir más lejos, el equipo blanco encaró el túnel de vestuarios desfondado, enardecido y habiendo moldeado una gran coctelera en cuanto a ocasiones generadas. ¿El único escollo? Derribar la puerta rival.
Cierto es que el cuadro perico tambaleó el marcador tras el tiempo de asueto, toda vez que Courtois sufrió en sus propias carnes una situación accidental. El Espanyol, en ese sentido, avistó una aguja en el pajar del Santiago Bernabéu (no se da cita una derrota merengue en el coliseo de Chamartín desde abril de 2023). Aún así, Vinicius puso al equipo foráneo a los pies de los caballos. Asistió, marcó y censuró los ceños fruncidos de los más plomizos. El Balón de Oro, le espera.
Polos opuestos
Luego, Endrick se encargó de los postres. En pleno apogeo futbolístico con un 3-1 en el luminoso, el brasileño trajo de cabeza a Carlos Romero, que tuvo que agarrarle insistentemente hasta que el colegiado señaló la pena máxima. Y Kylian Mbappé, pieza capital que ya suma seis dianas con la zamarra madridista, convirtió el cuarto y definitivo gol. Un póker de tantos firmados, todos ellos, después del paso por vestuarios. Partes antagónicas; polos opuestos. Resultados fructíferos.