#PantallaBlanca | Eternos
Asaltar la historia una vez más. Esa es la batalla a la que nos enfrentamos este sábado, a la posibilidad de volver a hacer tangible lo imposible, aquello que no existe, que no existía, prender el fuego de la creación y de la gloria.
Pero pensad que no se logra, que el Madrid se queda con 12 Champions, que se queda como esta, siendo el equipo con más Ligas a gran distancia del siguiente, el que más Champions tiene con una diferencia sideral sobre los siguientes… Otros se conformarían, pero nosotros imaginar quedarnos igual, aunque henchidos de orgullo histórico, siempre nos sabrá a poco.
Otros estarían contentos por haber llegado tan lejos, hablarían de sus sentimientos, de ese que los demás no pueden entender, de los valors y la humildat que tienen, de la posesión y el juego… Habría que aguantar los desprecios y las burlas, a pesar de los éxitos de estos años, que nos recordaran la Copa perdida y la Liga extraviada, que el Balón de Oro vuelva a tener importancia…
Recordemos los sufridos años de sequía, donde sedientos suplicábamos por unas gotas de agua europea, recordemos aquellos años de frustración e insatisfacción, recordemos las burlas de los que ganaban menos aún que nosotros. Seamos conscientes de que siempre se pierde más que se gana, entendamos que la derrota no es un crimen, que la victoria no es un formulismo, sino un éxito desmesurado, un mérito digno de encomio.
La historia, en el mundo del fútbol, nos pide permiso para avanzar, pero nada hará entrar en razón a todos esos que esperan nuestra derrota, aunque sigan viendo un tejado de gloria madridista cada vez que elevan la mirada.
Ahora es el momento de elevar ese listón inalcanzable, porque no sabemos cuándo volverá. Ahora es el momento de negar satisfacciones al rencor y la envidia.
Derrotas hay muchas y es lo normal… pero imaginad ahora que se logra, que se consigue, que en vez de 12 llegan a ser 13, que volvemos a vencernos a nosotros mismos, que lo logramos una vez más, que la distancia con cualquier rival aumenta, que ponemos una eternidad con el resto…
El destino es alguien bastante prepotente, porque siempre sabe el final de las cosas, se sabe ganador siempre, pero hay un equipo que es capaz de retarlo. El Real Madrid es el único equipo al que teme el destino, porque ha sido capaz de doblegarlo más de una vez. Es el único equipo capaz de contrariarlo cuando había decidido llevar una Champions camino de Neptuno, cuando turnaba los éxitos europeos entre los equipos sin repetición, cuando nos enfrentó a todos los campeones europeos y equipos a los no vencíamos… A ello se opuso un cabezazo de Ramos, unos jugadores legendarios, un equipo sin parangón.
Champions seducidas, champions conquistadas, champions envidiadas. Vestiros de blanco impoluto y mirad ese escudo que sonríe en victorias. Dejad que el sentimiento brote y tatúe en vuestro pecho el aliento de una más. Volvamos a negar la razón al destino.
Imaginad, imaginad. Imaginad las catedralicias dimensiones de las cuevas, la densidad de la bilis.
Madridistas, imaginad la de años venideros presumiendo de estos logros, el gozo secreto de escuchar llantos y lamentos de segundones. Imaginad qué testamento se lega, imaginad las historias que contaremos, imaginad la pasión que transmitiremos, imaginad a hijos y nietos mirándoos entusiasmados y perplejos escuchando esas historias imposibles, como surgidas de un fértil libro de aventuras y fantasía. Imaginad el orgullo donado y heredado.
Otros hablarán de ese tal Cristiano como nosotros hablamos de aquel tal Di Stéfano. El símbolo del infinito forjado con mitos. Desde Gento y Puskas a Hierro y Raúl. De Juanito a Ramos. De Amancio a Modric… donde todos y cada uno de ellos crearon un genoma sin igual, los más exitosos y los menos, los de más carácter y los más fríos.
Todos juntos, gol a gol, fracaso a fracaso, título a título, gota a gota, nos han llevado a este momento. Del glorioso pasado al glorioso presente.
Esto es más que ganar, y todos vosotros lo sabéis. Es eternizar.
Repitamos nuestra rutina, pisemos la insegura tierra del pionero, hagamos de lo imposible nuestra desganada rutina, materialicemos lo inexistente con la pasmosa naturalidad de la costumbre, construyamos varios kilómetros más en ese camino que otros querrán pisar, aunque lleguen con generaciones de retraso, y que la mayoría ni siquiera verá.
Crucemos ese camino de baldosas madridistas que llegan hasta el Bernabéu, reguemos con lágrimas de orgullo ese césped, jaleemos sin filtro ni vergüenza. Que nos escuchen los cielos y tiemble la tierra. Vivamos el momento sin mirar a más.
El Madrid es parte de nosotros mismos, lo más parecido a una encarnación nuestra en algo ajeno. Como ese ser en el que volcamos parte de nosotros mismos, todas nuestras ilusiones, esperanzas y frustraciones, con el que somos injustos y del que nos sentimos orgullosos. Por eso cada uno lo vemos de una forma, lo interpretamos de maneras distintas, por eso es a lo único que no podemos renunciar.
Renunciar a cualquier cosa, cambiar de pasión, no es raro, pero renunciar al orgullo de ser madridista no es negociable. Podemos imaginar derrotas y victorias, pero tras 116 años de historia, la grandeza de este club abruma y vincula.
Atisbar de lejos lo imposible, lo que era una difusa ilusión que casi daba miedo pensar, perder una vez más el temor y el vértigo de bautizar a la historia, de darla a luz, ver la niebla desvanecerse como otras veces, eriza la piel y empaña los ojos. Porque eso, esa mera posibilidad, esa impensable opción, queridos amigos, es el Real Madrid.
Texto: @MrSambo92
Foto: AS