Sin brillo, pero con colmillo
Juan Manuel Serrano Arce/Getty Images
El Real Madrid, plomizo y anodino en San Sebastián, volvió a sumar de tres recurriendo a destellos individuales. Los dos tantos, de penalti.
La Real porfió (y perdonó) y el Madrid ejecutó (0-2). Máxima futbolística. Un día más, en el bloque blanco, el fútbol de claqué ni se avistó… y ya van cinco jornadas de competición doméstica. El cuadro de Ancelotti anda en compás de espera en aquello de encontrar su mejor versión. Aunque, a la par, va sumando puntos gracias a la dinamita que tiene en nómina en la zona atacante. Poco juego, mucha mecha.
Anoche pintaban bastos para el Real Madrid. Lo de salir del Reale Arena con un triunfo bajo el brazo se tornaba en una auténtica utopía. De hecho, que los pupilos de Imanol Alguacil estamparan tres balones en la madera lo dice todo. La coctelera, amarga para el club merengue, se hizo añicos una vez que Arda Güler sacó un penalti de la nada. Fue lo más parecido a encontrar un lago en el desierto. Mano de manual. De esas que no necesitan la utilidad del VAR.
Vinicius, obedeciendo a la ley que impera (se reparte los lanzamientos desde los once metros junto a Mbappé), tomó la delantera y convirtió. Remiro, que rozó la pelota, tuvo que lamerse las heridas. No daba crédito la Real; tampoco los 37.000 presentes en el coliseo txuri-urdin. Corría el 58′ de encuentro y el Madrid -insípido e imberbe- había coleccionado oro molido. Pócima de realidad. La calidad corrompe todo lo demás.
Colmillo letal
Y así se presentó el segundo y definitivo tanto del partido. El ‘7’ madridista, que cuando activa el piloto rojo se disfraza de rayo (la versión que tanto añora la afición blanca), provocó una nueva pena máxima al recibir un pisotón brusco de Aramburu. Esta vez, los focos señalaron a Kylian Mbappé. Era su turno. Y no escatimó en tino. 0-2, alfiler directo al globo de la ilusión vasca y duelo listo para sentencia. Losa inmensa para una Real que no ha ganado, en casa, en lo que va de liga. El tiempo… apremia.
La lectura, muy sencilla. Sin brillar, este Real Madrid atesora un colmillo matador. Letal. De animal salvaje. Para eso mismo se formó la actual constelación de estrellas. En cuanto alguien frota la lámpara, ya sea Mbappé, Vinicius, Rodrygo o Güler, pasan cosas. Por más que la máquina esté poco engrasada, cualquier destello puede ser definitorio en el desarrollo de los partidos. Los txuri-urdines, la última víctima de un Madrid galáctico que busca poso y jerarquía en su juego.