#JuegasEnVerso | STEWARD F853
Sucedió el año pasado en las praderas de Cardiff. Rondaba las 20:40 horas en las manillas del reloj, cuando los ojos de aquella señora de mediana edad y aspecto fluorescente presenció la foto más bella de la historia.
Nunca antes un equipo de fútbol había logrado repetir campeonato desde que la Copa de Europa comenzará a mal llamarse Liga de Campeones.
Y allí estaba ella, rodeada de cientos de fotógrafos profesionales en el césped, miles de cámaras amateurs en las gradas y millones de almas agarrotadas desde casa. Ninguno de los humanos que por aquel entonces pisaba aquel estadio, tenía mejor panorámica visual que aquella Margareth de la vida. Ni el presidente de la Uefa, ni Florentino, ni el mismísimo Zinedine Zidane; ella en aquel lugar debió sentirse por un segundo como Cenicienta llegando al increíble baile Real. Lámparas de araña, enormes losetas de mármol y cubertería bañada en oro fino.
¡Que suene la música!
Con sonrisa de Mona Lisa, Margareth miraba a los once héroes que su hijo Tom debía tener pegados en la pared de su habitación de Cardiff. Entre dragones y libros medievales, el pequeño Tom seguro que muchas noches se quedó dormido soñando con algún día vestir esa histórica camiseta morada.
Hoy, un año después y a poco de volver a hacer el Madrid historia sobre la historia que ya hicimos en la historia, la oronda Margareth estará en su sofá de casa mirando la final junto al futuro número siete del Real Madrid. Allí doblará campanas con cada gol que haga el Madrid en Kiev (Dios mediante), los animará y jaleará como hace un año celebró cada jugada que anudaba su equipo.
Y es que a veces no nos damos cuenta por lo repetitivo del champán, pero lo que Margareth, su hijo y todo el madridismo nos jugamos el próximo sábado en Kiev, no es sólo una Copa de Orejas más entre tantas otras, sino la necesidad de seguir demostrando al mundo que el único rey vitalicio de Europa, es el bien llamado Real Madrid Club de Fútbol.
Así lo comprendió la encantadora Margareth el pasado año en Cardiff, cuando sin pensarselo dos veces se arrodilló como quien dobla piernas ante su verdadero monarca de vida. Y es que como bien le dijo el pequeño Tom poco antes de salir de casa:
-«Mamá, actúa ante mi equipo como yo mismo lo haría».
Es por ello que Margareth aquella noche no tuvo otra idea que reverenciar al sueño de su querido hijo. Y es que para la Steward F853, aquel instante nunca dejó de ser el increíble baile Real donde Cenicienta se postró un día.
Lámparas de araña, enormes losetas de mármol y cubertería bañada en oro fino.
¡Que suene la música…otra vez!
Y entonces Margareth ante el primer gol de los nuestros, corrió por el salón de casa levantando al pequeño Tom en brazos mientras uno de sus zapatos se le caía quedándosele atrás. Su Príncipe Tom se agachó, y con suavidad comprobó como aquel zapato encajaba en aquella humilde mujer a la que un día admiró por televisión. No Era Cenicienta, ni una reina, sino una madre que lo recordó en el mejor momento de su vida.
-«A sus pies mi reina…como un día se arrodilló usted ante mi equipo».
Texto: @Ankarma81