#PantallaBlanca | Caretas, burkas y estafas
Teatro, la vida es puro teatro, y muchos lo llevan a rajatabla. Decía Shakespeare que “el mundo es sólo un teatro en el que cada cual ha de representar su papel”, por eso el antimadridismo, llevando esta premisa de manera estricta, eligió el papel de “máscara”, elemento teatral por antonomasia.
Ellos, y parafraseando en esta ocasión a Calderón de la Barca, consideran que el fútbol es una ficción, una sombra, una ilusión, donde los mayores éxitos del rival, siempre son pequeños…
De todos es sabido que el símbolo universal del teatro son dos máscaras, una alegre y otra llorosa, la comedia y el drama y la tragedia. El antimadridismo tiene su propia versión. La careta idealizada de proporciones perfectas, griegas, y la monstruosa, esperpéntica y malencarada, perfectamente amoldable a todo lo que huela a madridista. Siempre tan sutiles.
No sólo los clásicos reflexionan sobre el teatro, el mismo Mourinho, de nuevo claro y visionario, ya alertó de los procederes artísticos de los culés y el antimadridismo en general. Ocurre que en este país las mascaras y ficciones hipócritas, las realidades falseadas y políticamente correctas, tapan su rostro putrefacto, por lo que ir de cara sólo sirve para que te la partan. Que se lo digan a nuestro equipo.
Nada gusta más al antimadridismo en cualquiera de sus versiones, que colocar una u otra máscara, cuando no enfundar directamente un burka, a toda noticia, acción, hecho o anécdota que salta al ruedo mediático, especialmente si es madridista. Tras el último clásico la orgía ha sido tremendamente gozosa para el madridismo atento e involucrado con estos tejemanejes, que desde luego vienen de lejos.
Su juego es este. Básico.
Pongamos que a un jugador le da por despreciar y humillar a un policía que le está poniendo una multa a la salida de una discoteca (hola, Piqué) o saltarte tus labores profesionales para ir al cumpleaños de tu hermana (hola, Neymar). Aquello se embellece con una máscara de puro titanio en la que aquellas acciones pasan a ser travesuras y atentados contra la privacidad. Es mejor colocar la máscara depravada de la suposición cuando nos enteramos de que un jugador ha fichado por el Madrid y pasa sus días de vacaciones disfrutando naturalmente, o celebrando en familia y con amigos un cumpleaños planificado con semanas de antelación tras cumplir con sus labores, como le ocurrió a Cristiano Ronaldo…
Como a los culés les gustan los aspersores, ya sea en forma de escupitajos de Piqué a directivos de la Federación o de Messi a los rivales, o literales, como en su intento de aguar, nunca mejor dicho, la celebración del Inter de Mou en unas semis a las puertas del Bernabéu, pues colocamos la máscara para convertirlos en bromas de chavales o errores técnicos involuntarios.
Si uno de sus jugadores, con fama de roedor, se pasa los partidos agrediendo, insultando y ofendiendo al juego limpio, se le pone la máscara de la competitividad y la intensidad, como a esos equipos que se enfrentan al Madrid y se les escapa la intensidad hacia las espinillas de los nuestros. En cambio, nuestro vigor es vestido con una máscara inmunda de agresiones y excesos que sobrepasan el reglamento. ¡Qué recuerdos de aquellos clásicos en la época de Mourinho! Sería divertido ver en una realidad paralela lo que se diría de Luis Suárez si enfundara la camisera madridista…
A nosotros nos han colocado el disfraz del villano, del equipo del régimen, ¡y eso sin que Franco nos recalificara la zona del Bernabéu tres veces y sin que le condecorásemos con insignias de oro y brillantes por los favores recibidos!
En cambio se ponen el traje de nacionalistas catalanes y aplauden e incentivan todo movimiento y manifestación separatista, para beneplácito de todos esos que defienden a la selección de cualquier ataque o problema externo… Tienen un gran vestuario estos culés, van cambiando de disfraz según vaya el viento de un lado o de otro.
Cuando un árbitro se equivoca supuestamente a nuestro favor, sale hasta el señor Sánchez Arminio a manifestar su desagrado y los problemas que tiene ese árbitro, revistiendo con una máscara de perfidia un fallo que nunca está permitido a nuestro favor. Un actorazo este Arminio. Así se simula una inexistente tendencia que busca calar en la sociedad, en los antis y en el complejo madridista de sus seguidores más débiles. Perplejos asistimos, sin que suponga escándalo alguno, a manifestaciones donde se dice que el Real Madrid no cae simpático al estamento arbitral, dichas por el mismo Arminio. Y así, los errores que son escandalosos a favor de nuestro equipo se visten con una máscara de comprensión y condescendencia cuando se suman a favor de otros, endulzando dos años sin penaltis sin que nadie se asuste, por ejemplo.
La máscara de ogro engalana el rostro de Florentino cuando manifiesta el hecho comprobado de que los arbitrajes en la competición doméstica distan de favorecernos, rompiendo el habitual silencio, pero en cambio a declaraciones sobre el saldo arbitral de Godal o la disposición a trabajar contra el Real Madrid de Gaspart desde su cargo en la Federación, se les pone el enmascarado rostro de un príncipe.
¿Han escuchado ustedes alguna referencia a la convivencia de la selección, a que peligra la misma, tras el último clásico? ¿Alguna tras la actitud macarra y agresiva de los jugadores del Barcelona, repartiendo patadas por doquier? ¿Alguna tras ver a Piqué intentando provocar a Marcelo, Casemiro, Ramos o Nacho? ¿O la de Alba agarrando cuellos? ¿Verdad que no? No, ese disfraz sólo se usa cuando el Madrid responde a las provocaciones.
A perder dos ligas en Tenerife por decisiones arbitrales se le puso la máscara de la mala suerte y el alzamiento de los humildes… Teniendo en cuenta que algunos aún hablan de Guruceta, aunque sólo les pitó dos partidos, de haberlo sufrido ellos el rostro de la máscara sería el del oprobio y el llanto desconsolado y permanente.
Mourinho, dijera lo que dijera, tenía la máscara del mal. Ensuciaba el fútbol e incitaba a la violencia, no como lanzar cochinillos contra Figo o cerdos con el rostro de Brito Arceo al campo, que no son más que reivindicaciones a favor de la ganadería de la tierra… No como pitar himnos y hacer calvos al rey…
Salieron en su día canteranos culés denunciando que se les ofreció dinero por dejarse perder en Tenerife (hola, Milla), pero a eso se le puso la careta de la indiferencia. Misma máscara que ante las primas ofrecidas al Tenerife. De haber sido el Madrid, la máscara de mafiosos no nos la quitaba ni Vito Corleone.
Si se retrasa un partido en Pamplona por un capricho, se hace plantón en la Copa del Rey, se hace jugar al Sevilla a las doce de la noche porque nos viene mejor o nos indultan toda tropelía cometida, ya sea por lanzar cochinillos o por alinear a dos jugadores en un partido de Supercopa dos días después de no poder jugar con la Selección (algo que no está permitido) por supuesta lesión, la máscara con la que se ocultan las noticias es la de las bondades de la belleza del fútbol que veremos de azulgrana.
Nos ponen el disfraz de tonto cuando pretenden jugar finales de Copa en el Bernabéu, estadio al que desprecian, mientras faltan el respeto a todos los símbolos representados en esa competición. Nadie le pone a esto el rostro real que tiene, es decir, la intención de humillar y dar altavoz a manifestaciones políticas. En cambio sí le ponen la máscara del desprecio a nuestra negativa…
O el pasillo. Si el Barcelona no te lo hace, es algo que pasa desapercibido en un perfecto disfraz de incógnito, pero si no lo hace el Madrid se viste con el de “falta de señorío”.
Si Suárez muerde, Busquets finge, Suárez da patadas, Alba insulta, si Suárez agrede y falta al respeto, Mascherano hace penalti, si Suárez da coces y Piqué la toca con la mano… las máscaras adecuadas para ellos son las de la competitividad y la picardía. Si Messi o Iniesta marcan con la mano, la máscara adecuada es la de la genialidad, motivo por el que no se les puede regañar… A Ronaldo se le ocurre señalarse el muslo o hacer un regate con la espalda y tenemos dos semanas de apaleamiento a nuestro disfraz de piñata…
De hecho, a Messi se le enmascara todo, ya sean manos, escupitajos, agresiones o pelotazos a la grada del Bernabéu. Es la máscara del nene bueno… Su dependencia no es un problema. Esas sólo son malas referidas al Madrid, a Cristiano, siempre que no toque decir que se juega mejor sin él…
Que Busquets dice “puto mono”, lo vestimos de “mucho morro”; que Mascherano “se caga en la puta madre del árbitro” o se acuerda de “la concha de su hermana” son meras referencias a la cultura catalana del “caganer” o recuerdos playeros de infancia en Mar de Plata…
Si Bale marca un gol antológico es que a Batra le dolían los isquiotibiales. Si lo mete Cristiano, es que Buffon está mayor.
Si el Barcelona pierde no es por otra cosa que por el césped, la temperatura o el árbitro, como todos sabemos. Mismos motivos que se dan a cualquier victoria madridista, sumada a la inoperancia del rival.
A veces los culés se disfrazan literalmente, como vimos en Getafe, en Halloween. Disfraz de chascarrillo en la felicidad de la victoria, en absoluto una humillación al Getafe ni al jugador que daba alucinado la rueda de prensa que interrumpieron.
Si se gastan más de 150 millones en un jugador, se convierten en 17 con una preciosa máscara de contabilidad creativa. La contabilidad creativa, ¡uno de los grandes disfraces culés! Si se gastan más de 400 millones en dos jugadores que apenas juegan, el obispo de Barcelona les hace una misa y enfunda el traje de monaguillos. En cambio, si son 90 por Cristiano nos hacen un traje a medida de ofensa, degeneración y despilfarro que atenta contra los pobres y desfavorecidos, con modistos trasmutados en políticos y obispos…
El número 12, como antes lo fueron el 6, 7, 8, 9, 10 y 11, son enmascarados con el rostro del latrocinio y las ánforas de sangre.
La ocasional venida de canteranos, una buena camada de jugadores propios, fue enmascarada con la idea de planificación y trabajo excelso en la Masía y con eslóganes tan cursis como el “cantera versus cartera”. Da igual que el Barcelona jamás haya sido un club de cantera, que rompieran el mercado fichando todo lo que destacaba sin complejo alguno desde que el tiempo es tiempo, despilfarrando hasta tener que pedir ayuda a Franco… Ahora fichar extranjeros, aunque no sean estrellas, es cool, o se enmascara así…
Curiosamente, ahora que el Madrid puede presumir de canteranos, los eslóganes se terminaron, se enmascara la situación hablando de planificaciones y coincidencias. También gastamos poco, pero nadie lanza soflamas, poniendo un burka que tape una obscena comparativa que desnudaría sus incoherencias e hipocresía.
Hasta el tiquitaca ya no importa. Hemos pasado de enmascarar y convertir en una ofensa al fútbol la belleza del contraataque cuando el Madrid lo ejecuta, a convertirlo en el súmmum de este deporte, una vez que el Barcelona se puso a practicarlo.
El juego bonito sólo tiene un aspecto y disfraz atractivo si se lo pone el Barcelona, si se lo pone otro lo importante es la competitividad y la practicidad. No insistan, ahora la posesión no importa, tiene el disfraz de la intrascendencia.
Ganar tres Champions en cuatro años, que pueden ser cuatro en cinco, no nos convierte en referentes ni modelos para los tótems de la mascarada y el disfraz, para los Mortadelos mediáticos españoles. ¡Con lo que les gusta vestir así a otros en cuanto consiguen el más mínimo éxito! Nadie pone máscaras tristes o negativas a cuartofinalistas reincidentes o competidores de Europa League…
Antes las Champions molaban, hasta que el Madrid las gana a pares, momento en el que lo que pasa a molar son las Ligas. ¡Hasta se aplauden más las derrotas en finales! Mítica rueda de prensa entre aplausos de Simeone tras la Décima y haber mostrado al mundo su lado macarra.
Mou les quitó la careta, sus máscaras, todas ellas. Los dejó desnudos, con su monstruosa cara real al aire. El verdadero Dorian Gray. Él, que fue usado por estos a su vez como máscara para tapar otras muchas cosas. Lo mismo les ocurre con el Madrid, que a base de éxitos los deja sin disfraces, con un púbico real más que limitado, en todos los sentidos.
Sí, al teatro lo simbolizan dos máscaras, una alegre y otra triste. Una que se alegra, exitosa, y otra que se pasa el día llorando. Todos sabemos con qué encaja a la perfección cada una.
Texto: @MrSambo92
Foto Portada: OK Diario