#BlancoYEnBotella | Nunca están contentos
No por previsible resulta menos indignante ver el trato que los medios le siguen dispensando a un entrenador como Zinedine Zidane, al que los medios españoles y después de dos años y medio y ocho títulos mediante, siguen tratando como un trapo y ninguneando, desde que tuvo la osadía de sentarse en el banquillo blanco.
De todos es sabido que el banquillo del Real Madrid ha sido siempre una especie de silla eléctrica, un pasapurés o una máquina de picar carne, en primer lugar, por la impaciencia de la afición madridista, que como le ocurre con algunos jugadores, le pone la proa a algunos de sus inquilinos y, en ocasiones, comete la necedad de no dejarles trabajar.
Pero, en segundo lugar y, lo más importante, por la labor de zapa y desgaste de la prensa, que en ocasiones llega al acoso y derribo incluso en lo personal y a la que, por regla general, nunca le gusta nada de quien ocupa ese banquillo.
Esto está ocurriendo actualmente con Zinedine Zidane, uno de los más exitosos y brillantes entrenadores que han pasado por el Real Madrid y al que ni siquiera haber capitaneado la racha de triunfos más importantes de la historia del club le ha bastado para granjearse, como mínimo, el respeto de los medios.
Con una “mochila” a sus espaldas de dos Champions consecutivas y la posibilidad de una tercera,tras la clasificación del equipo para la Final de Kiev, dos Mundiales de Clubes, dos Supercopas Europeas, una Liga y una Supercopa de España en apenas 2 años y medio en el banquillo, aún siguen diciendo de él que es un alineador y un tipo con suerte, que jamás prepara sus partidos y del que nadie sabe aún a qué juega.
La famosa “Flor de Zidane” que la prensa saca a pasear en cada triunfo del Real Madrid, que parecía olvidada tras la Final de Cardiff, ha vuelto a salir de paseo a cuenta de la eliminatoria ante el Bayern Munich.
Un doble enfrentamiento en el que, si bien es cierto que el Real Madrid tuvo algo de suerte en momentos puntuales, nadie habló de mala suerte cuando esta misma temporada hemos tenido que vivir situaciones similares pero a la inversa.
Es decir, partidos en los que hemos dominado, hemos tirado más veces a puerta y hemos creado infinidad más de ocasiones que el rival pero que, por unas cosas o por otras, acabamos perdiendo o empatando injustamente (p.ej.: Valencia, Levante, Betis, Villarreal, Athletic de Bilbao o Atlético de Madrid, sin ir más lejos).
Pero claro, si tenemos en cuenta que el Real Madrid gana porque tiene un chamán, un curandero, un brujo en su cuerpo técnico, que practica distintos ritos para lograr que los contrarios fallen o Cristiano Ronaldo o Benzema marquen, tal y como desveló recientemente “Pipi” Estrada en Radio Marca, ¿qué más nos podemos esperar que digan de Zidane?
“El Madrid nunca juega a nada…”
En favor de Zidane, hay que decir que el que un entrenador del Real Madrid no sea reconocido en absolutamente nada no es privativo del francés. Todo lo contrario. La crítica acerada, la mala baba, la búsqueda constante del descrédito de nuestro entrenador, desgraciadamente, no es algo que se haya llevado a cabo tan sólo con él.
De hecho, es algo que desde que yo tengo uso de razón -y que hace ya bastante tiempo de aquello puesto que peino ya bastantes canas- he tenido que venir sufriendo como aficionado al Real Madrid, prácticamente desde tiempo inmemorial y con la práctica totalidad de sus entrenadores.
Si me hubiesen dado una peseta cada vez que he oído el mantra de que “el Madrid no juega a nada”, probablemente hoy sería multimillonario.
En realidad, esa frase es algo consustancial al entrenador del Real Madrid, con independencia de su nacionalidad, orígenes futbolísticos e incluso su propio currículum.
En los últimos 40 años han pasado por el banquillo blanco desde auténticos desconocidos y bultos ciertamente sospechosos como Vanderlei Luxemburgo o López Caro, hasta entrenadores de talla mundial como Fabio Capello, Leo Benhakker, Guus Hiddink, John B. Toshack, Manuel Pellegrini, Miljan Miljanic, Carlo Ancelotti o José Mourinho, pasando por gente de la casa, españoles y en teoría por ello más queridos, como el inolvidable Luis Molowny, Mariano García Remón, José Antonio Camacho, Rafa Benítez o Vicente del Bosque.
Nombres y hombres, en general, de distintos estilos y formas de entender el fútbol pero para los que la prensa siempre fue inmisericorde y para los que nunca hubo ni un elogio de más ni una crítica de menos, tanto merecidas como sobre todo inmerecidas.
Gente que, curiosamente, ha venido siendo destacada como auténticos fenómenos del fútbol y verdaderos genios de la estrategia pero que, en el mismo momento de estampar su firma por el Real Madrid, olvidaban de repente su talento y, como por arte de magia, dejaban de saber entrenar para convertirse en meros alineadores y entrenadores sin criterio ni estilo.
Así pues, el que no era un meapilas al servicio de las” vacas sagradas” era un sargento de hierro al que tenían enfilados los mandamases del vestuario, que era un polvorín a punto de estallar. Y por no hablar del estilo y la forma de jugar.
El que defendía era criticado por no atacar y violentar el sacrosanto fútbol ofensivo tan típico del Real Madrid, y el que atacaba, lo era precisamente por lo contrario, es decir, por atacar demasiado y desguarnecer la defensa.
Si su equipo tenía en exceso la posesión era castigado por aburrir a las piedras y el que optaba por jugar a la contra, era algo menos que un hereje por no sobar la pelota hasta sangrar.
Unos entrenadores que, por cierto, y de forma prácticamente unánime nunca han hecho sustituciones en sus alineaciones sino que se dedican a castigar a sus jugadores, que no reservan jugadores en las famosas “rotaciones” sino que los señalan con el dedo acusador, con la única y perversa intención de exponerlos ante la opinión pública, negándoles el pan y la sal sistemáticamente.
José Mourinho como modelo de escarnio
Podría citar decenas de ejemplos en uno y otro sentido, pero creo que, además de Zidane, hay varios entrenadores en los últimos años que han encarnado perfectamente esa campaña de odio, acoso y derribo practicada por la prensa.
El primero y más importante fue José Mourinho, que sufrió una de las persecuciones periodísticas más infectas, cobardes y rastreras de la historia del fútbol y para mayor escarnio de la profesión. Una persecución que no sólo se limitó a lo futbolístico, que también, sino que cruzó todas las líneas rojas de la más elemental falta de respeto personal.
No voy a hablar de las críticas aceradas al estilo de juego directo y vertical que impuso al equipo, con un fútbol vertiginoso, unas contras fulgurantes y un poder ofensivo nunca visto en España. Un estilo que, a pesar de que llevó al Real Madrid a convertirse en el primer equipo capaz de alcanzar los 100 puntos en una Liga y la espectacular cifra de 121 goles (una cifra aún no superada), seguían tachando de ultradefensivo e impropio del club blanco.
Prefiero centrarme en el acoso directo hacia su familia, entre ellos a su propio hijo menor por parte del Diario As, y la campaña de insultos protagonizados por periodistas de todo rango y pelaje, a cuál más rancio y miserable.
“Nazi portugués”, “Capitán Schettino (el del Costa Concordia) del fútbol español”, “arrogante con familia vinculada al dictador Salazar”, “engreído sombrío”, “gilipollas”, “mierda”, “chamán de feria”, “individuo muy peligroso”, “camorrista y pendenciero”, “ensuciador, enredador y mal perdedor”, “niñato”, “friki”, “paranoico”, “cáncer para el Real Madrid”, “ególatra de primer grado”, “el típico personaje que se daría a la fuga después de causar un atropello” y así hasta un larguísimo etcétera de improperios y dislates, a cuál más grave.
Y todo por revertir el dominio azulgrana en una época que se presumía gloriosa para los culés para décadas y, sobre todo, por asentar las bases del Madrid triunfal actual tras coger en 2010 un equipo perdedor y decadente, cuyo único futuro pasaba por ser la comparsa del Barça en los próximos años.
Un entrenador del que, por cierto, esta misma gente afirmó que dejaría el club hecho un solar y que, visto lo visto, desde que salió en junio de 2013 no ha parado de ganar, especialmente en Europa.
Rafa Benítez y la Fábula del Burro, el Hombre y el Niño
Algo parecido le pasó a Rafa Benítez cuando llegó al Real Madrid en mayo de 2015, tras un par de años ciertamente irregulares con Carlo Ancelotti, otro gran entrenador de talla mundial al que ni siquiera ganar una Liga de Campeones y una Copa del Rey le salvó de las críticas.
El italiano, al que la prensa española bautizó como “El Pacificador”, también salió trasquilado de su relación de la prensa, que nos lo vendió como un triste alineador, una especie de alfombrilla de baño a los pies de los peces gordos del vestuario.
Pero como digo, nada comparado con la campaña de descrédito profesional y, en cierto modo personal (aunque sin llegar a los límites delirantes de Mourinho) que sufrió su sucesor, Rafa Benítez.
Objeto de mofa por algunos periodistas a cuenta de su sobrepeso, el entrenador madrileño, amigo además de muchos de los periodistas deportivos, especialmente los más veteranos, que no se cansaban de glosar sus éxitos en el Valencia y en el Liverpool e incluso en su corta etapa en el Chelsea, con el que ganó la Europa League de 2014, fue puesto en solfa desde el mismo momento en que pisó las oficinas del club para firmar su contrato.
Sin entrar a valorar su estilo de juego ni su metodología de trabajo, algo muy personal y que por tanto no es objeto de debate, lo cierto es que Benítez apostó por un juego basado en el esfuerzo defensivo, lo que le llevó a ser terriblemente castigado por ello.
Acusado de “amarrategui”, “reservón”, “rácano”, “cobarde” y de practicar un fútbol de equipo pequeño, a pesar de lograr los mejores números defensivos del Madrid en años, Benítez fue criticado semana tras semana hasta que llegó el gran Clásico de noviembre de 2015.
Tras más de dos semanas “macerando a lectores y oyentes, y en general a los aficionados del Real Madrid, con que iba a sacar a Casemiro para reforzar el eje del centro del campo en vez de apostar por el fútbol alegre y “jugón” de un mediocentro integrado por Kroos, Modric, James e Isco, Benítez cometió el gravísimo error de claudicar.
Ante la presión de los medios, el técnico madrileño optó por sacar el centro del campo que le pedía la prensa y el resultado no pudo ser más catastrófico.
Una derrota dolorosísima por 0-4 y lo que es peor, además de poner el primer clavo en su ataúd como entrenador madridista, fue triturado por los mismos que le pedían -qué demonios, le exigían- poner el equipo que puso, los cuales le despedazaron por no reforzar el centro del campo y no sacar a Casemiro para evitar el desastre que supuso aquel partido.
Ahora bien, su relación con la prensa y, en general, la de cualquier entrenador del Real Madrid la definió a la perfección el propio Benítez cuando evocó en una de sus tormentosas ruedas de prensa la famosa Fábula del Burro, el Hombre y el Niño y que, por cuestiones de espacio, no voy a repetir aquí pero sí animo a todos a releerla.
Vicente del Bosque: El más claro ejemplo del doble rasero de la prensa
A pesar de la gravedad de los casos citados, hay uno que representa de forma más que palmaria el odio africano y visceral que generan los entrenadores madridistas con respecto a otros técnicos y cómo cambia todo desde el mismo momento en que abandonan nuestro banquillo.
Podría citar a Manuel Pellegrini, el Ingeniero, Rey de Alcorcón y Emperador de Lyon, el amo del “Puntaje”. Un entrenador que tuvo una trayectoria bastante deplorable como entrenador del Real Madrid pero contra el que Marca llevó a cabo una infame persecución y aquella tristemente célebre portada de “Manolo, estás despedido”.
Una campaña que, curiosamente, sólo se produjo en su estancia de un año en el club blanco. Nadie había vertido una sola crítica sobre el chileno. Todo lo contrario, Pellegrini llegó entre cantos y loores por sus grandes temporadas en el Villarreal (al que llevó incluso a unas semifinales de Champions) y que, una vez se marchó del Real Madrid, volvió a ser objeto de elogios sin medida, en especial del mismo diario Marca, tras fichar por el Málaga o el Manchester City, para el que no escatimaron en editoriales elogiosos, especialmente cuando le tocó jugar contra nosotros.
Pero no. A pesar de este claro ejemplo de doble rasero periodístico, el caso más flagrante es el de Vicente del Bosque.
El técnico salmantino, ahora elogiado hasta la náusea por la canallesca especialmente desde que se marchó del Real Madrid, fue objeto de las más ácidas críticas cuando años antes ocupaba el banquillo madridista.
A pesar de que, hasta la llegada de Zidane, había sido el entrenador más laureado de la historia del club junto a Miguel Muñoz, en los tres años y medio que estuvo al frente de la dirección técnica del Real Madrid ganó dos Champions y dos Ligas, además de una Supercopa europea y una Copa Intercontinental, sus éxitos deportivos no le impidieron a Del Bosque ser tratado como un trapo.
Ni por esas se salvó de ser lapidado por la prensa. Acusado de ser un pelele al servicio de las “vacas sagradas” del vestuario, el salmantino fue objeto de una campaña vomitiva, especialmente comandada por el Grupo PRISA en general y, sobre todo por el Diario AS en particular, cuyo director Alfredo Relaño le dijo de todo y por su orden, desde su púlpito.
Así pues, Del Bosque llegó a ser tachado de “alineador” y despectivamente le llamaban “Vicentón”, “El Bigotes” o “Don Pantuflo”, en una sañuda persecución que incluso le llevó al lunático Director de As a considerar como “Victoria vergonzante” la consecución de la Novena Champions, sólo porque según él, se logró jugando a la contra.
Para PRISA y su entramado mediático (esto es, As, SER, El País, etc.) el Real Madrid era un polvorín, en el que mandaban los mafiosos del vestuario y todas las decisiones de Del Bosque eran tachadas de disparatadas.
Desde la apuesta en la portería para un partido de Champions por un niño de apenas 16 años al que habían tenido que ir a buscar al instituto, como fue el caso de Casillas, hasta la última de sus alineaciones, ninguno de los periodistas que trabajaban ahí dejó títere con cabeza.
Que si Beckham jugaba por imposición del Presidente, que si eran Hierro y Raúl los que le hacían las alineaciones y por eso se “decapitó” deportivamente a Casillas en favor de César en la temporada 2001/2002, que por qué no jugaba Solari y sí Figo, que por qué no jugaba más Cambiasso, que si…
Pero hete aquí que Del Bosque abandonó el Madrid por la puerta de atrás, no como se nos vendió, es decir, despedido por Florentino Pérez sino porque el técnico español -que tiene lo suyo también- decidió pedir más dinero cuando tenía apalabrada su última renovación, a mediados del año 2003.
Entonces, el odio africano que Relaño y sus cuates sentían (y sienten) hacia Florentino Pérez, que es aún mayor a las ganas de mangonear en el club, convirtió la salida de Del Bosque en una gran oportunidad para golpear al presidente blanco. Una salida que se hizo pública tras el famoso motín del Asador Donostiarra y la negativa horas antes del equipo a salir a celebrar con el público del Bernabéu tras la consecución del título liguero ante el Athletic de Bilbao.
A partir de ese momento, PRISA y, por extensión, el resto de medios convirtieron a Del Bosque en una especie de mártir del Florentinsimo, a lo cual ayudó por cierto el cúmulo de malos resultados cosechados por el club el año siguiente, que supusieron la fosa del Madrid de los Galácticos y del propio Florentino.
Es cierto que se firmó una especie de armisticio provocado por la marcha de Del Bosque a Turquía para afrontar una efímera y fracasada aventura como entrenador del Besiktas.
Pero contra todo pronóstico, el técnico español volvió convertido en comentarista, oh sorpresa, de la Cadena SER para los partidos del Real Madrid. Con el altavoz de PRISA y llevado por su rencor, aprovechó cada minuto que tuvo para meter el dedo en el ojo a Florentino Pérez y a darle carnaza al citado grupo mediático en su cruzada contra el Real Madrid y su presidente.
Un grupo mediático que, por cierto, fue su principal valedor para “heredar” el puesto de Seleccionador que dejó vacante Luis Aragonés tras la Eurocopa de 2008 y que cuando alcanzó, acabó definitivamente con los insultos, el descrédito y la falta de respeto profesional a la que había sido sometido años atrás, cuando se ponía el chándal del Real Madrid.
El Del Bosque seleccionador: Del Vicentón al hombre del crédito ilimitado
Fue acceder al cargo de Seleccionador y todo fue almíbar y un trato exquisito para con Del Bosque por parte de todos los medios, porque además coincidió con la etapa de máximo éxito del equipo nacional, la consecución del Mundial de 2010 y la Eurocopa de 2012.
A partir de ahí se le acabó la gasolina al proyecto de Del Bosque en la Selección pero, a diferencia de su etapa como entrenador madridista, todos los pecados de los que adoleció el técnico en el club blanco y que fueron objeto de crítica y escarnio -y que repitió como seleccionador- pasaron a ser elogiados y respetados por la prensa.
Y así estuvo, viviendo de las rentas casi cuatro años más, llevando a la Selección española de fracaso en fracaso, ante el aplauso cobarde de los mismos personajes que, años atrás, le insultaban por exactamente los mismos motivos.
La Selección hizo el ridículo en la CONFECUP de 2013 y no digo ya en el Mundial de Brasil de 2014, donde ni siquiera pasamos de la primera fase, además de caer con estrépito ante Italia en octavos de final de la Eurocopa de Francia de 2016.
Pues bien, pese a sus disparatadas decisiones, aún seguían diciendo que tenía crédito ilimitado como entrenador. Mientras que como entrenador del Madrid no había convocatoria en la que no hubiese reparos, nadie en la prensa, salvo honrosas excepciones, se atrevía a ponerle un “pero” a sus listas de convocados.
Daba igual que pusiera a Casillas cuando no jugaba en el Madrid y Víctor Valdés, que había sido “Zamora” no disfrutase de un minuto bajo los palos de la Selección. O que alinease a De Gea a pesar de que la misma prensa que alababa esa “dulce transición” en la portería exigiese la titularidad perpetua del portero de Móstoles en el Real Madrid.
O que Isco, al que la prensa quería ver a todas horas en el once inicial del Madrid no fuese ni convocado al Mundial de 2014 o la Eurocopa de 2016 y sí fuese gente tan sospechosa como Cesc Fábregas o Fernando Torres, pero ésa es otra historia…
Texto: @djmontero
Foto Portada: Sport