#MiradaBlanca | El pecado de Pablo Laso
Desde su llegada, y al igual que suele ocurrir con muchos entrenadores del Real Madrid, a Pablo Laso se le han criticado hasta la saciedad sus errores. Especial repercusión en las redes tienen sus presuntos fallos a la hora de pedir tiempos muertos, la teórica sobreutilización de sus estrellas o la, según algunos, poca apuesta que hace el técnico vitoriano por sus jóvenes. Sin embargo, hay una crítica que yo todavía no he oído que se le haya echado en cara y que es lo más grave que ha perpetrado el actual entrenador del Real Madrid y es haber acabado con el miedo escénico que podía infringir anteriormente las gradas del pabellón madridista.
La etapa negra de principios de siglo había conllevado que el coqueto pabellón de la Ciudad Deportiva (entonces denominado como Raimundo Saporta en honor a la persona más importante de la historia del Real Madrid tras Santiago Bernabéu y Alfredo Di Stéfano) fuera una auténtica nevera en la que tan solo los siete miembros de la peña que ahora tengo el honor de presidir (Los Ojos del Tigre) intentábamos animar.
Cuando nos mudamos a Vistalegre muchas voces decían que era un craso error, que Carabanchel era terreno atlético y que la afición por Estudiantes había echado raíces allí. Sin embargo, ocurriría todo lo contrario, y sobretodo tras la famosa Liga de Herreros, Vistalegre se convirtió en un auténtico feudo inexpugnable para los rivales. Los partidos en los que el equipo tuvo que volver a la después de que la grada les reclamara bajo el grito de “que vuelvan los guerreros” son incontables. La comunión con la grada era excelente y aunque con el año en la Caja Mágica esta pareció enfriarse, los primeros años en el Palacio aún era palpable.
Sin embargo, lo cierto es que la llegada de Pablo Laso acabó cambiando todo esto. Cierto es que esta “piperización” fue gradual y pese a ser algo menos pasional que el de Carabanchel, durante las primeras temporadas la grada apretaba y lograba imponer el miedo en sus rivales tal y como quedaría patente, por ejemplo, en los Playoffs de la Euroliga ante Maccabi (2013) u Olympiacos (2014). Pero todo cambiaría en 2015. Pablo Laso tuvo la pésima ocurrencia de dirigir a un equipo con un juego espectacular y ganar todos los títulos posibles y con eso la grada comenzó a relajarse. Al año siguiente a la Perfect Season, esa garra en las gradas había tornado en agradecimiento (la ovación que se llevó el equipo tras ser eliminado por Fenerbahçe fue de esas cosas que a todo aficionado se le queda grabado en la retina), algo completamente elogiable sino fuera porque desde el año pasado la indiferencia y hasta la crítica indiscriminada son lo que parecen haberse implantado para quedarse en la parroquia blanca.
Especialmente grave son las situaciones que se han vivido este año que se resumen en tres momentos bochornosos que definen el estado de letargo de la afición madridista. El primero se vio en el partido de la primera vuelta ante el UCAM Murcia. En aquel partido, y cuando aún quedaba casi un minuto para el final y con el equipo blanco por detrás en el marcador gran parte de la grada comenzó a desfilar hacia la salida, una huida que quedaría en suspenso cuando Thompkins lograba mandar el choque a la prórroga sobre la bocina. Por desgracia, a nadie en el WiZink Center se le ocurrió cerrar las puertas para evitar que volvieran a entrar.
Pero aquí no acabaría la cosa y de la falta de confianza de respeto y confianza que se vieron ante el conjunto murciano se pasaría a la vergüenza que todo verdadero aficionado del Madrid debió sentir cuando hace unas semanas la afición del San Pablo Burgos no sólo calló a los pocos aficionados blancos que últimamente están acudiendo al Palacio sino que se adueñó del WiZink Center hasta convertirlo en un segundo Coliseum.
Estas dos situaciones ya de por sí son graves, pero lo peor aún estaba por llegar y es que en el decisivo encuentro contra Zalgiris de la pasada semana el aletargamiento del Palacio de Deportes fue ya insultante. El Madrid posiblemente se estaba jugando parte de sus posibilidades en la máxima competición continental y, salvo honrosas excepciones, sólo la grada extensible de Jorge Juan animaba al equipo. Una situación que de repetirse en los inminentes Playoffs sí que podría acabar desencadenando la eliminación del equipo.
En este siglo, salvo el CSKA de Moscú, ningún campeón de Europa ha logrado serlo sin una afición que convirtiera su hogar en un feudo totalmente inexpugnable. En cambio, el Palacio de Deportes se ha convertido en un auténtico Cementerio de Deportes. ¿Dónde está esa afición de Vistalegre? ¿Dónde están esos fans que atemorizaban de forma deportiva a sus rivales? Tal vez el que Laso nos haya devuelto a una época dorada ha conllevado esta factura pero o reaccionamos ya o estos años de éxitos no tardarán en ser cosa del pasado. Este escudo se merece a los mejores jugadores, entrenadores y directivos pero también a la mejor afición. No volvamos a fallarles, no volvamos a fallarnos.
Texto: @jmcanasv
Foto: AS.com