#BlancoYEnBotella | El estilo irrenunciable
Dicen que de lo perdido saca lo que puedas. Pues bien, una de las cosas que más me están gustando de este nefasto año para el Real Madrid en lo que a las competiciones domésticas se refiere, es ver cómo se han terminado de caer tantas y tantas caretas en prensa y aficionados, al menos en lo relativo a la verdad revelada sobre el “estilo irrenunciable” y la gran farsa del Jogo Bonito.
Después de tener que vivir casi una década sometidos a la tiranía del pensamiento único de que no había más forma de jugar que el maldito “tiki-taka” y el fútbol de toque que venía desde ese pequeño país de ahí arriba, a la derecha e impuesta desde los medios españoles, rendidos con armas y bagajes desde hace años a la causa azulgrana, resulta que hay más formas de jugar a este bendito deporte, todas ellas igualmente válidas.
Así pues, está bien que la gente abra los ojos. Especialmente esos gurús de pacotilla que, como un mantra nos habían venido repitiendo una y otra vez que sólo era fútbol el que venía de Barcelona. El del rondo infinito, el de la posesión interminable, el que exigía meterse en la portería con el balón en los pies.
Por tanto, es de agradecer que, como le pasó a Saulo cuando se cayó del caballo camino de Damasco, algunos hayan visto la luz y abracen otras formas de entender el fútbol.
Del “tiki-taka” a las “transiciones aceleradas”
Todo eso está muy bien y arrepentidos los quiere el Señor, por continuar con el símil bíblico… Y es que el cambio evidente de sistema de juego del Equipo del Régimen, esto es, el FC Barcelona, es todo un hecho palmario.
En especial esta temporada, de la mano de Valverde en el que un fútbol digamos rácano, por usar la terminología de estos popes, pero eficaz les está lelvando a liderr con comodidad la Liga y a disputar la final de la Copa del Rey en unas pocas semanas. Eso sí, un fútbol menos “vistoso” que comenzó hace ya un par de años con un juego más directo y vertical impuesto por Luis Enrique el año del triplete, en la temporada 2014/2015.
Una temporada en la que el Barça empezó a usar el contragolpe, aprovechando la movilidad de Luis Suárez, Messi y Neymar, y que misteriosamente ya no estaba tan mal visto. Eso sí, cambiando su denominación, pasando a llamarse “transiciones aceleradas”, para no confundirlas con el horrendo estilo de juego practicado por el no menos horrendo Mourinho en sus años de blanco o por los atletas de Ancelotti en Munich.
Es más, me atrevería a decir que hace ya unos cuantos años, el advenimiento del Cholismo abrió una importante veta entre los gurús y falsos profetas del futbol patrio, que empezaron a ver con buenos ojos el uso de un sistema de juego tan diametralmente opuesto al juego del Barça como es del Atlético de Madrid.
Claro, que estamos hablando del Atlético de Madrid, el Equipo del Pueblo, el equipo en el que da igual lo que hagas, ganes o pierdas, porque todo es maravilloso y, a diferencia del corrupto Florentino Pérez, su presidente es un tipo ejemplar que nunca ha salido en ninguna grabación sobre la Operación Soulé o en mil y una zarandajas jurídicas como el famoso Atico de Francisco González.
Tal vez porque llevo desde que tengo uso de razón escuchando que el Real Madrid no juega a nada y que, venga quien venga, nuestros sistemas de juego, ganen o pierdan, nunca son los adecuados, soy un enemigo acérrimo de esa imposición de tal o cual forma de jugar como la única válida. Todo lo contrario, para mí válida es la que trae el éxito al equipo, que es el fin último de este deporte -que ya no lo es sino un negocio y muy caro- y alegría a sus seguidores.
Por eso, siempre me imaginé a los aficionados de Inter de Milán o Chelsea llorando por las esquinas, renegando de los títulos obtenidos sólo porque sus victorias (Champions, Ligas o Copas nacionales) no se adecuaron al cánon de perfección estipulado por las doctas voces de Santiago Segurola, Maldini, Manu Carreño, Valdano o Angel Cappa, los principales apologetas del Jogo Bonito.
Creo firmemente que en Milán o Londres ahora viven más felices desde que sus nefastos entrenadores, que cometieron el pecado nefando de ir contra los mandamientos de la Santa Inquisición futbolística, se marcharon.
Total, ¿qué legado dejaron estos tuercebotas a sus aficionados? ¿Un triplete y un doblete en dos años en el caso del Inter y una Champions y una Europa League en el del Chelsea? Nada, minucias. Los títulos no cuentan, cuenta “El Juego”, ese ente abstracto que está muy por encima de lo que nosotros, pobres mortales aficionados de nuestros equipos, podemos entender.
Es más, yo mismo tomé la decisión de no celebrar la Liga de los Récords ni tampoco la Copa del Rey de 2011 o la Champions de 2014 porque se produjeron a la contra, por ir radicalmente en contra de los mandamientos y a la estricta observancia del Guardiolismo.
Sin tregua para el Real Madrid
Volviendo al tema que nos ocupa, decía que todo cambio de actitud es bienvenido pero claro, no es posible borrar de un plumazo la actitud cobarde, miserable y servil que estos gurús tuvieron para con el juego del Real Madrid, especialmente durante la exitosa pasada temporada.
Durante más de dos años hemos tenido que padecer que, en la época más gloriosa del Real Madrid de su historia reciente, los profetas del “tiki-taka” nos hayan estado intentando amargar la vida -en algunos casos con total éxito- ensuciando nuestros títulos y triunfos, repitiendo como papagayos la gran mentira de que Zidane no era entrenador para el Madrid.
Que como le pasó antes a Benítez y a Ancelotti y más atrás en el tiempo a Mourinho, Juande, Schuster, Capello y. en defintiiva, a tantos y tantos entrenadores que pasaron por la Casa Blanca, ninguno ha sido incapaz de dotar de un buen estilo de juego al equipo y de que los resultados enmascaraban el mal juego madridista.
En esta época, pues, de nada nos han servido los títulos -hasta ocho en dos años, entre ellas la hazaña inédita de ganar dos Champions consecutivas- ni los récords que el Madrid ha venido rompiendo durante este período.
Así pues, marcas como las de ser el único equipo capaz de ganar todos los partidos como visitante de la segunda vuelta, estar 73 partidos consecutivos marcando o 40 sin perder son humo, producto en todo caso del azar o de la “flor” de su entrenador y nuestros títulos no tenían lustre porque en su consecución no lograron pasar el control de calidad impuesto por los grandes popes del periodismo deportivo español, que todos sabemos que es el mejor periodismo deportivo que se hace en el mundo.
El resultadismo, bueno para unos, malo para nosotros
Pues bien, ahora que el juego del Barça es lamentable, rácano pero eso sí, eficaz como pocos y que en poco o nada se parece a aquel que había de tomarse como patrón universal para todo el mundo, resulta que estos mismos gurús lo admiten sin problemas sólo porque los resultados acompañan.
Sí, así de duro y de increíble. El resultadismo que aquejaba a la afición madridista, absolutamente acrítica según estos por tragar con el fútbol monocorde y tan alejado de la “ortodoxia” impuesta por toda esta gentuza, ahora resulta que tapa el evidente mal juego culé y todo son excusas y disculpas para admitirlo.
Ahora sí, ganar es lo más importante y el juego, sí, eso tan etéreo que debería estar muy por encima del resultado, ya no es tan relevante. Ahora sí se acuerdan de eso que le criticaban a Luis Aragonés, que decía que el fútbol era “ganar y ganar y ganar y ganar y volver a ganar y ganar” y el fin resulta que sí justifica todos los medios.
Siento asco infinito ante tanta hipocresía, ante tanta falsedad y sobre todo ante tantas mentiras que durante años han venido envenenando a la opinión pública, a esa especie de dictadura tiránica impuesta desde Can Barça y que incluso llegó a impregnar a parte de la afición madridista, que compró aquel discurso y lo hizo suyo y lo trató de imponer también en nuestra propia casa.
Afortunadamente y, como ya pasó con el manido -y falso- discurso de los “valors”, el “seny” y la “humildat” con el que nos bombardearon durante años como contraposición a las formas y maneras del Real Madrid, el del juego también ha caído y con él las caretas de tanto farsante y tanto trilero.
Quedémonos, pues, con eso y si al menos este cambio radical en la forma de entender el Deporte trae consigo la imposición de la libertad de pensamiento y se empieza a admitir que es bueno que cada uno gane con sus armas, sean las que sean, lo daré por bienvenido.
Sin embargo, mucho me temo que el día que el Real Madrid vuelva a conseguir títulos, sin ir más lejos, la tan ansiada Decimotercera, la cuarta Champions en cinco años, estos mismos falsos gurús volverán a decir que no jugamos a nada y nuestros triunfos nunca pasarán a la historia. A su historia.
Texto: @djmontero
Foto: Mundodiario