La opinión de @djmontero : La estricta observancia

2 marzo 2018 - 08:45
La opinión de @djmontero : La estricta observancia

La derrota del pasado martes en Cornellà-El Prat ha vuelto a sacar a los madridistas “autocríticos” e hiperexigentes de sus cuarteles de invierno, a los que se habían retirado de forma sibilina a medida que el Real Madrid había vuelto a la senda del triunfo, acumulando goleadas, triunfos y buenos momentos de fútbol.

Sin embargo, ha bastado una derrota, desgraciada y sin duda merecida, ante el Espanyol de Quique Sánchez Flores para que vuelva a la carga ese Madridismo tuitero que, en aras de una mal entendida autoexigencia, vive por y para la autodestrucción del club.

De nuevo, ya no nos sirve nadie. La chavalería, que hasta hace dos días ilusionaba porque era el futuro floreciente del club, ya no vale. Nadie tiene nivel para jugar en este Real Madrid y los jugadores, que hasta el martes a las 19:59 horas eran todos fantásticos, vuelven a ser un hatajo de matados, sinvergüenzas y carentes de compromiso. Como si del día de la marmota se tratase, lanzallamas en mano, hay que arrasar con todo y por supuesto, echar a todos los que hay y atestar la plantilla de fichajes, a cuál más rutilante. Y a ser posible, el que esté de moda esa misma semana.

Da igual el coste, da igual si el jugador tiene contrato en vigor con su club de origen o si tiene o deja de tener el más mínimo interés en fichar por el Madrid. Hay que ficharlo. Sea como sea, cueste lo que cueste. Y si no se ficha entonces será un fracaso, qué digo un fracaso, el enésimo fracaso de la dirección deportiva del club.

De nada importa que esos presuntos “fichajes”, estando o no en el radar del club, sean inalcanzables o simplemente, se trate de meras invenciones de la prensa para vender más periódicos o tener más audiencia televisiva. Los casos más recientes, Kepa, que iba a venir en diciembre, luego en la primera semana de enero, luego en enero y ya si eso, la próxima temporada, e Icardi, el que iba a pasar reconocimiento médico por el Real Madrid la última semana de diciembre.

No, se dice que la dirección deportiva del club está llena de incapaces porque, total, qué son 100 millones para fichar a Griezmann (el último que han subido al carro, eso sí, tras el póker del Atleti ante el Leganés, no antes).

Nada, minucias. Como lo son los 120 de Lewandowski, los 200 de Kane o los 180 de Mbappé. Hasta los 20 de Kepa. Eso no es dinero, por Dios, que como dijo Fernando Martín, aquel efímero presidente que sucedió a Florentino Pérez tras su renuncia en 2006, “por dinero no va a ser…” .

Y siendo eso algo que me saca de quicio, no es lo más importante. Lo que más me enerva son las malditas etiquetas que dividen al Madridismo, de tal forma que si no ves las cosas tan negras, que prefieres centrarte en las cosas que nos unen, los éxitos que sin duda aún pueden -y por qué no, deben- llegar, entonces te tachan de peligroso “oficialista” y eres lanzado a las tinieblas exteriores del mundo tuitero, porque no eres ya un madridista de bien, un madridista de estricta observancia. Por lo visto, no se es madridista “fetén” si no se considera que la dirección deportiva lo ha hecho todo mal, por más que no se haya fichado a Mbappé por anteponer la supervivencia del proyecto y evitar en la medida de lo posible hipotecas económicas para el futuro y porque el chico, sencillamente, eligió otro destino en su carrera profesional.

Como tampoco se es madridista de bien si no se considera que esta plantilla, que hasta hace dos meses ganaba títulos, es un desastre absoluto y se ha de vender entera. O si no se considera que Zidane es un zoquete, un alineador y un tipo con mucha suerte, que se ha encontrado ocho títulos caídos del cielo.

Que no se es menos madridista por pensar que no todo es negro y que, en esto del deporte, como en la vida, las cosas no son blancas ni negras sino que existen los grises, que hay matices y que, por decir esto, no se quiere menos a la institución ni se nos impide ser críticos.

Porque el hecho de no pensar que hay que entrar con un lanzallamas en Valdebebas y quemarlo todo no implica renunciar a la crítica y pensar que este año, con errores arbitrales incluidos, las cosas se han podido -y debido- hacer mejor, por parte de todos.

Que aunque no se lo crean, estos que nos llaman “happy monguers” y nos tachan de “oficialistas”, somos de la opinión de que la actitud de algunos jugadores en algunos partidos ha sido deleznable.

Es más, llegamos a pensar que Zidane se ha equivocado, incluso gravemente, en algunos encuentros y que ha estado lento de reflejos y se ha podido encasquillar con la perseverancia en la alineación de algunos jugadores.

Pero lo que no van a hacer es que, al menos yo, dado que hablo estrictamente por mí puesto que bastante que me represento a mí mismo, lo que no voy a hacer es considerar pasado remoto la consecución de dos Champions consecutivas, algo que nadie había logrado hasta ahora en los 25 años de historia de la competición en el actual formato. Ni que se haya conseguido una Liga brillantemente, frente a todo un Régimen, corrupto hasta las cachas, contra viento y marea. No, porque tengo memoria y por mi edad puedo presumir de haber vivido una época en la que tardé 28 años en ver cómo mi equipo se hacía con una Champions y nuestro único bagaje europeo habían sido dos Copas de la UEFA logradas de forma consecutiva en los años 80 . Ah, y un par de semifinales en la Copa de Europa y un par de finales perdidas (la Copa de Europa del año 1981 ante el Liverpool y la Recopa que perdimos ante el Aberdeen en 1983). Y porque después de los éxitos europeos de 1988, 2000 y 2002 volvimos a vivir unos auténticos “años de plomo” en los que apenas sí ganamos dos Ligas en 10 años y nuestro máximo éxito continental fue caer con estrépito ante la Juventus en unas semifinales de Champions en 2003. Unos años que nos llevaron a perder la condición de cabezas de serie por primera vez en nuestra historia en un sorteo de Champions, como ocurrió en 2010.

Y porque durante varios años padecimos a Calderones, Nanines y a Ultras Sur en las Asambleas, convirtiéndonos en el hazmerreír institucional de media Europa. Y a presidentes que se gastaban el dinero de la caja del club en partidas de parchís con el presidente del equipo rival. Y que tuvieron que vender a una de nuestras estrellas, Clarence Seedorf, para poder pagar las nóminas del club.

No, señores, porque yo tengo memoria y si aun así, fui fiel a estos colores, no sé por qué ahora, en que vivimos una de las épocas de mayor esplendor económico y deportivo que yo recuerdo, algo que por edad, que ya peino canas, es mucho tiempo, no voy a dejar de paladear ni disfrutar por un año malo, que lo está siendo, tanto en la Liga como en la Copa del Rey.

Que eso no es ser menos exigente ni menos crítico pero sí al menos me permite ser más feliz y no vivir amargado todo el día, llorando por la leche derramada. El Madrid es lo que es no precisamente a esa gente que vive el madridismo de forma negativa sino porque el club tiene una capacidad de sufrimiento y superación, con un ADN ganador que sacó, saca y sacará en todas aquellas competiciones, especialmente cuando peor nos ven. Y no precisamente por los que pitan a los nuestros en las gradas ni se dedican a vilipendiarlos por las redes sociales.

Así ha sido y así será y lo que pido a todos es que nos unamos en apoyar al Real Madrid en nuestra próxima cita, la Champions porque como dice nuestro himno, el Madridismo es “historia que tú hiciste, historia por hacer”. Y la que nos queda por delante es muy grande, a la altura de nuestro club.

@djmontero

Imagen: Twitter GradaFans

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