#BlancoYenBotella | Cristiano Ronaldo Rey de Reyes
Cuando Madridista Real me propuso iniciar esta colaboración -que espero y deseo sea duradera- mi gran duda fue qué tema podría elegir para mi primera columna de opinión, pero lo cierto es que no me lo pensé dos veces.
Mi primer artículo en esta casa debería ser sobre la figura de Cristiano Ronaldo, un jugador tan superlativo como maltratado por la prensa deportiva de este país y, por desgracia, por una parte aún importante del madridismo que, a pesar de la contundencia de la realidad, todavía sigue dudando de él. Especialmente esta temporada, en la que el portugués ha sufrido un pequeño bache en sus ingentes registros goleadores, sobre todo en Liga, por más que ahora se esté recuperando y volviendo a sus cifras de siempre.
Parto de la base de la grandísima suerte que, como aficionados a este deporte, tenemos los aficionados de esta generación al poder disfrutar a dos jugadores tan descomunales como el propio astro portugués y Lionel Messi, a los que el destino ha querido situar en los dos grandes transatlánticos y archienemigos futbolísticos mundiales, como son el Real Madrid y el FC Barcelona.
Desgraciadamente, y a diferencia de lo que sentimos muchos aficionados madridistas, para un amplio sector de la opinión pública se denigra sistemáticamente a Cristiano Ronaldo para ensalzar a Messi, cuando ambos, sobre todo CR7 se han hecho acreedores al reconocimiento internacional.
Pero centrándonos en Cristiano Ronaldo, y como veterano aficionado que soy al Real Madrid, he de decir y sin temor a equivocarme que él es el jugador más decisivo e importante en el club blanco en sus últimos 50 años de historia y la piedra angular de un Real Madrid que renació sus cenizas en 2009 para llevarlo de su mano hasta las más altas cotas del éxito, inéditas en este club desde los años 50 y 60.
Su palmarés es sencillamente grandioso. No sólo a nivel individual cuyo rendimiento le ha hecho merecedor de los máximos reconocimientos personales, sino a nivel grupal, donde cuenta con un catálogo de títulos (tanto de clubes como de Selección) al alcance de muy pocos jugadores en la historia de este deporte.
No es plan de tirar de “currículum” pero alcanzar la cifra de cinco Balones de Oro, dos Premios The Best de la FIFA y un sinfín de premios de distinta relevancia, unidos a sus cuatro Champions League, tres Mundiales de Clubes, tres Supercopas de Europa y una Copa de Europa de naciones, entre otros muchos títulos, es algo que le debería dotar de un valor incalculable como jugador, además de un respeto a todos los niveles que, sinceramente, creo que no se le tiene.
En primer lugar, nunca entenderé por qué para alabar a Lionel Messi se ha de denostar sistemáticamente la de Cristiano Ronaldo. Una labor de zapa que se realiza a diario, tanto por el antimadridismo, sobre todo el culé, como por la inmensa mayoría de la prensa española, que por regla general, en nuestro país viste de azulgrana.
No sé por qué extraño motivo, los Balones de Oro -cuyo número comparten ambos jugadores- sólo son significativos cuando los gana el argentino y no son más que un producto de marketing o publicitario cuando el que los gana es el portugués. Y mientras que se hace hincapié en que Messi es puro talento, se desprecia a Ronaldo vendiéndolo como un mero producto de gimnasio y de un trabajo físico específico.
Nada más lejos de la realidad porque, aunque sea desde un punto de vista meramente egoísta, me gustaría saber a qué gimnasio va el portugués para que, a base de unas cuantas sesiones de pesas y más de 3.000 abdominales diarias, pueda convertirme un día de estos en un jugador legendario como él.
Y en segundo lugar porque, en modo alguno un gimnasio te da la velocidad, la movilidad, el talento y la habilidad que ha hecho que Cristiano Ronaldo haya sido capaz de destrozar todos los registros goleadores en el Real Madrid y en la historia de la Champions.
Es más, estoy más que convencido de que el simple trabajo físico te garantice entrar por derecho propio en la historia de un club como el blanco, hasta el punto de convertirse en el máximo goleador de siempre, con 432 goles en 424 encuentros oficiales con la camiseta blanca, esto es, a más de un gol por partido. Entre ellos 101 sólo en la Champions, de la que es el máximo anotador, a años-luz del segundo (Messi), con un total de 116 tantos.
No, señores. Estas cifras no se alcanzan solo con trabajo físico y sacrificio -que también- sino con un talento innato y una capacidad de superación absolutamente inéditas en un deportista de élite que le ha llevado a que, a pesar de que cada año hay una corriente -peligrosa, por cierto- desde fuera y dentro del Madridismo que indica que hay que venderle y que está acabado.
Sin embargo, su rendimiento no flaquea y, salvo el pequeño bache goleador que ha vivido este año en el primer tercio de la Liga (que no en Europa, proclamándose “pichichi” de la primera fase de la Champions con nueve goles en su haber), sus cifras goleadoras no dejan de sepultar a sus críticos jornada tras jornada y además en fases decisivas del juego. La última, sin ir más lejos, en la importante eliminatoria ante el PSG, donde anotó dos de los tres goles del equipo y, como en 2017, su participación volvió a ser determinante.
Un rendimiento, pues, nada desdeñable para un jugador que se ha situado por derecho propio, como mínimo, a la altura de Messi, ese hombre que por lo visto estaba llamado a hacer historia y reinventar el fútbol moderno para los grandes “gurús” de este deporte, especialmente los españoles.
Por último, no quería dejar pasar el compromiso del jugador para con su club, al que salvo un paréntesis, vivido entre agosto y septiembre de 2013, donde mostró su malestar (“tristeza” lo llamó él) en el que siempre se ha mostrado identificado al 120% con los colores que ha defendido.
No recuerdo a un personaje público del que se hayan difundido más bulos ni se hayan publicado más noticias falsas sobre su continuidad en el Real Madrid ni se hayan vertido más mentiras sobre su compromiso.
Prácticamente desde que aterrizó en Madrid, allá por julio de 2009, en la que ha sido la presentación más multitudinaria de un futbolista vivida jamás en España, hasta incluso hoy mismo, se ha puesto sistemáticamente en tela de juicio su continuidad en el club, buscándole mil y una salidas, a cuál más disparatada.
No hay temporada en la que no se inventen bulos intentando colocar al portugués lejos de Madrid, en aras de un determinado interés económico o un presunto enfrentamiento con sus compañeros o con las más altas instancias del club que, una y otra vez, nunca se ha producido.
Es más, la realidad -que dicho sea de paso es harto tozuda- ha demostrado que es fiel a unos colores sin necesidad de chantajes ni presiones continuas, a diferencia de otros a los que le imputan un amor eterno a unos colores y un compromiso inquebrantable con un equipo por el único hecho de haber salido de La Masía.
La prueba irrefutable está en que, mientras que Cristiano Ronaldo sólo ha renovado dos veces en ocho temporadas y siempre llegado el final de su contrato, ese falso modesto que es Messi ha visto cómo sus contratos han sido mejorados hasta en ocho ocasiones en 10 años,
La última, por cierto, bien reciente y en la que ha llegado a poner en jaque a su equipo, sometiéndole a un chantaje intolerable que le ha llevado al Barça a agachar la cabeza e hipotecarse en un contrato absolutamente disparatado (50 millones de euros netos al año y en torno a 100 millones de prima de renovación) sólo para satisfacer las pretensiones de un jugador, tan genial como sobreprotegido por la prensa.
Por tanto, siempre le estaré agradecido al Real Madrid por haberme permitido disfrutar de un jugador de leyenda como mi padre me contaba que disfrutó de Di Stefano, a cuyo nivel se encuentra ya, no sólo por sus cifras sino por su trascendencia en la historia de este centenario club.
¡¡¡Larga vida al Rey!!! ¡¡¡Larga vida a Cristiano Ronaldo!!!