Editorial: Contracrónica sentimental
Me apresuro a dar mi impresión sobre los efectos del Barcelona-Alavés, partido que seguí desde la asepsia y que al finalizar los 90 minutos me dejó una lectura inequívoca: Si no llega a ser por la actuación arbitral, el Barcelona no habría superado a los albiazules. Se habría dejado puntos. ¡Quién sabe si los tres!
Para mi perplejidad, no ha sido la postura generalizada. Se ha llegado a emparentar el triunfo del Barcelona con el del Madrid en esta jornada. Hecho totalmente peregrino. Solo una voluntad obstinada en ocultar los errores arbitrales del Barcelona-Alavés pueda dar lugar a tal desatino.
Ahondo un poco más en el tema. El día que el Barcelona se muestra impotente y a merced del adversario, se le allana el terreno. Vence. Cuando ganas los días que deberías perder, el estado de ánimo se fortalece. Te sientes invulnerable.
Durante el partido de ayer el semblante de Valverde ofrecía síntomas de derrota. Mas, se salvó. Los salvaron.
Más allá de los errores de bulto que propiciaron reacciones vehementes de los jugadores del Alavés, me voy a quedar con la enésima agresión nada disimulada de Luis Suárez.
En los medios públicos nacionales se deberían denunciar ese tipo de conductas, reincidentes. No es de recibo que un futbolista incurra en agresiones al adversario, y menos que lo integre como un apartado de su juego. Su comportamiento es el más alejado de la deportividad que recuerdo. Han existido precedentes en nuestro fútbol como Pablo Alfaro o David Navarro; pero los árbitros sabían lo que se podían encontrar y estaban prevenidos.
Con Luis Suárez no existe la misma diligencia. Se burla de la ley con impunidad. Da un mal ejemplo. No se le aplica el reglamento con el perjuicio y el riesgo que ello acarrea. Y si los árbitros no lo sancionan, algunos opinadores lo exoneran. Me explico.
Cuando el Gobierno determinó que su medio público renunciaba a la publicidad brindé con la noticia. Cándido de mí, pensaba que se potenciaría una televisión donde los valores y la pedagogía tuvieran un gran peso. Ajena a pugnas cerriles por la audiencia.
Una televisión que, en materia deportiva, se acogería a los deportes emergentes, se promovería el deporte femenino, en la que tendrían cabida las competiciones modestas y que, al tratarse el fútbol, se haría tomando en cuenta la perspectiva humana y diferenciando de forma óptima las buenas de las malas conductas.
¿No estamos todos de acuerdo en que la agresión de Suárez no debe repetirse en un partido de infantiles?
Para mi sonrojo, en la televisión estatal se osó comparar ayer la acción de Luis Suárez con una de Cristiano el sábado. En un programa de tanta historia, que es donde se desliza el ideario deportivo del medio, se cometió una absoluta imprudencia.
El espectador madridista opta por no consentir eso. Se retrae de ver el canal. En una tele que debe representar a los contribuyentes, no se puede caer en tal desdoro. Solo alguien que profesa odio a Cristiano Ronaldo puede equiparar su conducta a las acciones de Suárez.
Alguien que no asume su responsabilidad como parte de un canal que debe denunciar los malos ejemplos y contribuir a formar personas. Es para lo que se invierte en un canal público. O eso creía.