La Ciudad de las Estrellas | Crónica del Campeón de Invierno
TRANQUILO, FUERTE Y DEPENDIENTE
Últimamente, con una amiga, siempre acaba saliendo el mismo tema de conversación. Es sobre esa moda muy actual que siguen determinadas personas de querer definirse como una persona “fuerte e independiente“, alejadas siempre de todo lo que suponga verse influida por la vida o decisiones de un tercero. A mí, ser independiente me parece horrible e insulso. Es la Europa League de las emociones (guiño, guiño). Solo la defiende aquel que no es capaz de jugar la Champions. Y el Real Madrid, como es bien sabido, no sabe jugar otra cosa.
Este Madrid, el que se ha ido construyendo desde la vuelta de Florentino allá por 2009, nunca ha sido independiente, pero sí suficientemente fuerte como para sobrevivir no serlo. Desde esos días, ha abogado por lo que casi siempre es la mejor opción: el punto medio. Entregarse a fondo, y olvidar rápido (si así lo requiere la situación). Es lo que hizo este verano con Mbappé, por ejemplo. Dejando claro, por activa y pasiva, que sí, que quería. Que no había Plan B. Que Mbappé o nadie.
Lo que diferencia al Madrid de nosotros, de los típicos intensitos de turno con sus amores de verano es saber marcar muy bien los tiempos. Un antes y un después. A nuestro favor tengo que decir que en la vida no tenemos un fin de mercado de fichajes que nos ayude a poner puntos finales.
Yo, de hecho, no estoy de acuerdo con ese tópico tan manido que dice que el Madrid no sabe despedir a sus leyendas. Al contrario, creo que, a base de equivocarse con Raúl o Casillas, ha aprendido a darle puerta a gente como Cristiano o Ramos. Con Cris y con Sergio se ha entregado a fondo todo el tiempo que han estado aquí. Y ni un minuto más. Dándose la posibilidad de mirar hacia adelante, de seguir funcionando y de seguir compitiendo. Cumpliendo así con la máxima del “fuerte y dependiente”.
Con Cristiano hubo una filosofía de culto al líder total. Fotos como aquella con sus balones de oro lo demuestran. Apoyo inquebrantable en su particular “guerra” con Leo Messi. Se le perdonó cuando meaba fuera del tiesto en las ruedas de prensa, cuando estaba “triste” e incluso que empañara la celebración de la Champions de Kiev con su particular ataque de narcisismo (“fue bonito haber jugado en el Madrid”). A Ramos se le hizo capitán, tuvo voz y voto incluso por encima de algunos entrenadores y no le resultó fatídico aquel verano que coqueteó abiertamente con irse al Manchester o las famosas batallitas alrededor de sus renovaciones de contrato. No me entiendan mal, tanto Cristiano como Ramos han sido de lo mejor que ha pasado por aquí, pero eso no da derecho a exigir por encima de los límites.
Durante el verano me he reído mucho con aquel fragmento de una entrevista en la que Florentino Pérez cuenta la anécdota del posible fichaje de Mbappe, la cual termina con su ya famoso “Tranquilo”. Como muchas veces en la vida lo hemos malinterpretado. Nosotros creímos que con esto Florentino quería decir que estuviéramos tranquilos, porque Mbappé venía seguro. En realidad nos estaba diciendo que viniera o no viniera, podíamos estar tranquilos, porque el futuro del Real Madrid está por encima de si viene o no viene un jugador determinado. De hecho, me daba la risa cuando se justificaba cualquier cosa por tal de fichar a Mbappé ya de ya, no fuera a ser que cambiara de opinión y se quedara en París. Tremendo que nadie viera la otra cara de la moneda, aquella en la que el que tuviera otros planes distintos fuera el propio Real Madrid, unos planes que tal vez ya no incluyeran a Mbappé.
El Barça, por poner el ejemplo más claro, es diferente. Decía hace unas semanas @PepeKollins que “el Barça era más inconsistente, porque su fuerza motriz es la ilusión, mientras que la del Madrid es la exigencia. Un equipo actúa en base a escenarios idílicos, mientras que el otro en base a la realidad, por cruda que sea.” Pues, chicos, yo aquí a veces me parezco al Barça. Y yo prefiero parecerme a un asesino en serie que al Barça.
Realmente no suelo achacarme muchas cosas, me miro al espejo con bastante tranquilidad, pero si algo echo en falta en mi vida y en mi forma de ser es un poquito de aquella frase que pronunció Don Santiago Bernabéu, y que tanto retumba en Twitter cada vez que algún jugador del Madrid expresa la duda de si quiere, o no, seguir en el equipo.
Este año el Madrid ha tenido varios de estos episodios, pasando del “no contéis conmigo” de Ramos al “quiero probar cosas nuevas” de Varane. En consecuencia a esto, el club ha actuado de una manera completamente revolucionaria: haciéndoles caso. No intentando cambiar el curso de los hechos o alargando un ciclo aparentemente acabado. Por el contrario, les ha abierto la puerta y ha apostado por jugadores como Alaba o Camavinga, cuyas cuentas de Instagram desde que llegaron parecen la de unos chavales enamorados, en este caso del Real Madrid. Por no hablar de otros como Militao y Vinicius, gente que sí parece tener muy claro que el Madrid es lo más. Esto no te garantiza títulos, pero te da tranquilidad y da gusto verlo.
A Mbappé, por su parte, le llega la hora de la verdad. Termina contrato en una semana y ya podría decir oficialmente y con rotundidad que sí, que él también quería. Seguramente sea ahora o nunca. El Madrid seguirá dependiendo, en una sana medida, de que Benzema saque su magia, de que Luka no envejezca muy pronto o de que Courtois siga siendo el mejor portero del mundo. Pero nunca de si Mbappé, Cristiano o Ramos quieran, o no quieran, jugar en el Real Madrid.
Nosotros, los que no somos el Real Madrid, ya contamos, gracias a todo esto, con un buen propósito de año nuevo. El ser capaz de salir a la calle con un cartel ficticio con aquella famosa frase, la que nos haría vivir más tranquilos y más fuertes (y no por ello independientes).
Un cartel que rece lo siguiente:
Texto: @apuntesflaneur
Foto: Getty Images