#PantallaBlanca | Dicotomías

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El trabajo es a lo que se apela siempre que los resultados no son los que nos gustarían. Si se trabaja se gana sí o sí. Esto es un hecho irrefutable para muchos aficionados. Algunos incluyen el matiz “si lo dan todo se puede perder”, pero ese dar todo nunca es un hecho tan irrefutable, porque las opiniones varían con cada derrota…

-Hoy al menos lo han dado todo.

-Pues yo creo que se han tocado los coj…

Si tú lo das todo da igual que el rival lo dé también porque ganarás tú. ¡Habrase visto! Si tú te dejas todo en el campo, si pones como mínimo la misma actitud que tú rival, ganarás por calidad. Esto lo ha dicho todo el mundo, se incidió mucho en los partidos contra el Atlético de Madrid de los últimos tiempos. Medir eso ya es otro tema, juzgar eso…

Lo cierto es que darlo todo no te asegura nada. Es lo exigible, lo que se puede pedir, pero nada asegura, por desgracia, la victoria. Además, ¿cómo se valora “darlo todo”? ¿Cómo sabemos si cuando un jugador no llega es por una cuestión táctica, por desidia o por tener un punto de preparación bajo? ¿Es no darlo todo no poder llegar o verte superado aunque lo estés dando todo? Por otro lado, suponer que los rivales no lo van a dar o no lo dan todo es osado. Al final el esfuerzo queda minimizado y diluido en el resultado, que es el verdadero esfuerzo constatable, que de verdad se juzga, el que el aficionado toma como único referente incuestionable al final. El aficionado más comprensivo es capaz de aceptar una derrota “dándolo todo”, pero a la segunda es porque el “todo” no lo es tanto… O porque “con darlo todo no vale”, a fin de cuenta a los nuestros se les supone una calidad excelsa, por lo que tampoco se puede disculpar que fallen ese pase, marren ese remate… Es decir, no se puede perdonar que pierdan.

“Queremos que compitan hasta el final, es lo que se puede exigir, porque lo demás depende de muchas cosas”. Cierto, pero no tardará en cuestionarse esa competitividad si te pasas un año en blanco y tu rival, el que peor te caiga, consigue un gran éxito. En esa circunstancia ya no vale con competir, el grave problema es eso que falta para ganar, eso que se decía incontrolable, esas “muchas cosas” de las que dependen las victorias…

El aficionado, en gran mayoría, es así, esquizoide la mayor parte del tiempo, sin rigor ni perspectiva, sin paciencia ni miras más elevadas, sin capacidad de análisis más allá del inmediato presente, aunque nos gusta pensar que opinamos tras grandes reflexiones y a una lúcida mirada sobre lo que sucede con nuestro equipo, que coincide escrupulosamente con los resultados que va consiguiendo…

Lo que nos gusta es el resultado. El resultado es el readaptador de los análisis, de las valoraciones, de las críticas, de las opiniones. En función del resultado condicionamos todo lo demás para llegar a la conclusión que mejor se adecúe. Un mismo partido con un distinto resultado es valorado de una forma o de otra en función de ese resultado. Aunque ocurra lo mismo, aunque se den las mismas circunstancias, el punto diferencial será el resultado, si uno tuvo la eficacia que otro día faltó o viceversa. Así se pasa de héroe a villano. No siempre, no todos, pero la mayoría cae y lo sabéis.

Procuro evitarlo por haber ejercitado esta reflexión. Para comentar el resultado no hacen falta grandes tertulias ni artículos. Si ganamos somos “guays”, si perdemos no. Rápido. Se supone que se exige algo más.

Estos cambios de opinión, estas tendencias tan arbitrarias y absurdas, no dejan de sorprenderme, si bien es cierto tienen todo el sentido en el carácter visceral del juego: ilógico, temperamental, animal. Nos engañamos queriendo intelectualizarlo con la fachada de las tertulias y los análisis, pero el fondo es más bien simiesco.

Siempre se ha dicho que el público del Bernabéu valora especialmente la garra, que aplaude más una carrera intrascendente y vacua a una presión imposible que un bello regate, que lo que de verdad gusta es de los jugadores trabajadores, el trabajo… Que es por eso por lo que se pitaba a Velázquez, a Guti, incluso a Butragueño, Michel o Zidane, mientras se ovacionaba a Lass Diarra, Raúl en su labor física, a Pirri, a Gordillo…

“Si el campo es de quien lo trabaja, el Bernabéu es de Pirri.”

Perfecto, es una cuestión de gustos perfectamente lícita, el problema viene cuando esa tesis comienza a caer en contradicciones, cuando empiezas a darte cuenta de que tiene nula coherencia, de que, al menos en los últimos tiempos, esas valoraciones tienen que ver más con los postulados que se oyen día sí y día también en la prensa.

Sorprende que con esa filosofía al señor Cristiano Ronaldo, un virtuoso del balón que además se deja los cuernos en cada partido y con cada rival, que lo engloba todo, desde la excelencia técnica al sacrificio de un profesional intachable, no se le aplaudiera hasta hacerse sangrar las manos desde el mismo día que llegó, es más, hace pocos meses vimos cómo se le pitaba. Que se pite a ese profesional intachable, con una capacidad de sacrificio extraordinaria, dedicado al deporte y a cuidarse las 24 horas del día, al que nunca se le ha pillado en un renuncio… O que se pitara a Zidane, otro genio y profesional con una capacidad crítica inusitada… Es curioso que fueran dos jugadores sobre los que la prensa forzara debates, sobre si se jugaba mejor sin ellos, sobre si eran muy caros, sobre si uno era chulo y otro blando…

Keylor Navas (la que le espera al tico tras el error de ayer) es otro ejemplo paradigmático. Víctima por ser el portero que vino a sustituir a Casillas, sin ser español además, pecado mortal, lo que tocaba era infravalorarlo y despreciarlo de todas las formas posibles. Resulta que Iker, ídolo de la afición a pesar de su alergia al trabajo, confesada por él mismo, era jaleado en todas las ocasiones, mientras que Keylor, trabajador incansable, con unas cualidades además muy similares a las de Iker, es cuestionado en las buenas y en las malas. No es necesario recordar las campañas hacia uno y otro, ni el tufo a xenofobia y chovinismo…

Resulta que los Carvajal o Casemiro son mirados con cierto desdén por una parte de la afición con mucho eco, mientras que ahora el gran ídolo es Isco, prototipo, precisamente, de ese jugador irregular, virguero, que se ha pitado históricamente en la grada, que aquí tiene el beneplácito del público que no osa cuestionarle en ningún momento (y bien está), al contrario que a los Velázquez, Martín Vázquez y otros de los citados. Y lo hizo desde que llegó.

Podríamos pensar que ha cambiado la filosofía madridista, por voluntad propia o años de concienzudo adoctrinamiento mediático, pero no, porque ya hemos visto lo que hacen con el talento de Cristiano, de Bale, de Marcelo, de Benzema… Se salva Modric, aunque sin lograr en ningún caso la pasión generalizada que despierta Isco.

¿Es el trabajo lo que se valora entonces? ¿El darlo todo? ¿Es el talento? ¿Es el rendimiento? ¿O es según nos caigan mejor o peor por propias fobias y filias o por las que nos crean desde el exterior? Desde ahí nos convenceremos con argumentos para justificar nuestros gustos, argumentos que valen para el que nos mola, pero no para el que odiamos, por supuesto.

Son claros ejemplos de cómo la prensa va marcando los designios filosóficos de parte de la afición, buscando la polarización que le dé más pinchazos. No es ya una cuestión de antimadridismo, sino de puro mercado. Si divides tendrás el doble de clicks. Porque esto lleva a la reacción inversa, los que acaban cogiendo manía a los jugadores adorados por la prensa, no pasándoles una. Se niega, no se quiere reconocer, pero está, como el “inception” que nos contaba Christopher Nolan en su “Origen” (2010), inoculado en las cabezas.

Son difíciles de entender estas dicotomías, estas fobias y filias sin rigor, o quizá son fácilmente comprensibles. Más allá de cualquier valoración y coherencia individual, que muchos seguro la tienen, incido en un comportamiento global que va en paralelo con el de gente que no quiere, en absoluto, nuestro bien, y ante los que recomiendo no dar ni un pinchazo, ni un vistazo, porque hay muchos medios sanos para informarse… salvo que os vaya el morbo.

Texto: @MrSambo92

Foto: MARCA

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