#LaBoticaMadridista | Un día más en la oficina

10 septiembre 2018 - 08:00
#LaBoticaMadridista | Un día más en la oficina

Lunes. 8 de la mañana. Oficinas del Santiago Bernabéu. Despacho presidencial. Florentino Pérez acaba de llegar. En su mesa le espera su habitual café. Se quita la chaqueta y se acomoda en su sillón. En ese momento entra su secretaria y se dirige al presidente.

– Don Florentino, aquí tiene la documentación que me pidió ayer.

– Muchas gracias, María –contestó sonriente-.

El presidente del Real Madrid dejó la carpeta encima de la mesa, y mientras daba un sorbo al café, fue leyendo concienzudamente cada página del informe de cuentas del club. Observó que los ingresos habían aumentado considerablemente con respecto a la temporada anterior, y eso sin contabilizar los traspasos de jugadores. Pudo comprobar también que la deuda neta seguía siendo negativa. En ese instante paró de leer y recordó cuando se hizo cargo de la presidencia por primera vez, hacía ya dieciocho años. Por entonces la deuda no era ni mucho menos negativa, al contrario, el club estaba al borde de la quiebra y se encaminaba sin remedio a una conversión en SAD.

Florentino siguió revisando aquellos folios tranquilamente. Había varias tablas en las que se comparaban los números de la temporada anterior con los de la actual y afortunadamente, todos eran mucho mejores. Antes de pasar a la siguiente página, se detuvo un momento en el apartado de tesorería, que indicaba que el saldo de la misma era de unos 190 millones. Mientras jugueteaba con su bolígrafo, se reclinó en su sillón pensando en la época que había que vender jugadores para poder pagar las nóminas. Fueron años duros, fundamentalmente porque el futuro de la entidad estuvo realmente comprometido.

Volvió a centrarse en aquella carpeta, no quedaba mucho por leer. El dosier acababa con la convocatoria de la próxima Asamblea Extraordinaria, en la que se trataría el asunto de la reforma del estadio y su financiación. Se mostraba satisfecho; una economía más que saneada se unía a una época en la que los títulos, tanto en fútbol como en baloncesto, habían aumentado en la sala de trofeos. Pero todavía no había leído la página que realmente le interesaba. Fue directamente a ella, pero no estaba. Miró por su mesa, abrió unos cuantos cajones, pero aquel documento seguía sin aparecer. Finalmente, se levantó y salió del despacho.

– María, ¿tienes la última parte de la documentación? La que queríamos revisar por si surgía alguna idea.

– La estaba imprimiendo ahora mismo, para que la tuviera totalmente actualizada.

– Perfecto, excelente idea. Voy a echarle un vistazo.

Florentino Pérez cogió los folios y regresó a su mesa. Volvió a sentarse donde había pasado la última hora y se dispuso a ojear aquellas líneas. Allí, negro sobre blanco y perfectamente ordenados, estaban todos los comentarios, opiniones y críticas de los más reputados tuiteros. Se podían leer todo tipo de clases y lecciones sobre préstamos hipotecarios; auténticas cátedras de economía; había directores deportivos en potencia con listas de fichajes; otros nos explicaban las SAD; algunos le decían al dirigente blanco cómo, cuánto y en qué gastar el dinero del Real Madrid y cómo tiene que aumentar los ingresos.

Terminó de leer todo aquello y sin poder dejar de sonreír, Florentino soltó la hoja mientras apuraba el café que ya se había quedado frío. Sacó del bolsillo de la chaqueta su Nokia 3310 y se bajó las gafas hasta la punta de la nariz.

– A ver, ¿cómo era esto? Ah, ya sé… José Ángel… Redactar mensaje:

“Oye… que lo estamos haciendo todo mal, que dice la gente en el tuiter ese que no tenemos ni idea de negocios. Mira a ver si podemos fichar a alguno de esos expertos para que nos asesore, jeje”.

Terminó de teclear sin poder reprimir una risilla pícara. Pulsó enviar. Enseguida sonó un bip-bip. Cogió el móvil, leyó la respuesta que estaba esperando y soltó una sonora carcajada. Después de esto, Florentino Pérez, presidente del mejor club del mundo, cuyo presupuesto asciende a más de setecientos millones de euros, carraspeó, volvió a colocarse las gafas, abandonó su teléfono móvil en un rincón de la mesa y siguió trabajando.

Texto: José Valenzuela

Foto de portada: Scoopnest

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